Cinco narradores catalanes definen sus impulsos literarios
La curiosidad por mezclar viajes e intriga en Kuala Lumpur (Seix Barral) mueve al diplomático Carles Casajuana; el regusto por la autotraducción libre, a lo Nabokov, del catalán al castellano y viceversa fascina a la cronista y cuentista Empar Moliner, que hurga en las aristas insólitas de lo real para sus relatos y sus artículos, como los reunidos en Busco señor para amistad y lo que surja (El Acantilado). No como Imma Monsó, que confiesa "escrúpulos" por salirse de lo real, algo de lo que se ha tenido que apartar un poco en su último libro, que es de literatura infantil, La escuela estrambota (RBA). Por su parte, Baltasar Porcel confiesa que su motor literario es "la envidia" y que en su obra siempre ha ido en busca del territorio perdido de su Mallorca rural, añorada en Olympia a medianoche (Planeta), y que es un mundo alejado de las mujeres obreras textiles que han servido a Emili Teixidor para amasar la miga de Pan negro (Seix Barral).
Los cinco, moderados por el periodista Emilio Manzano, compartieron con sus lectores madrileños en el Pabellón de Encuentro Fundación Círculo de Lectores los impulsos, las búsquedas y los hallazgos de su literatura. Todos contaron los argumentos de sus últimos libros y desnudaron algunas de sus intenciones y trucos literarios. Si Casajuana está fascinado por el cruce de culturas que hay en el Extremo Oriente, Moliner elige el asombro que le producen asociaciones como La Vía Láctea, de defensa de la lactancia materna en Barcelona -"con niños que pasan de los pechos de sus madres a los de sus novias", dice-, que le merecen un relato. Imma Monsó sale del colapso que le produce hablar de sus libros y apuesta por el preciosismo del lenguaje, mientras que Teixidor gusta de la precisión y la riqueza del mismo. En medio, Porcel se aviene resignado a contar sus mundos literarios en 10 minutos, "algo a lo que no estoy acostumbrado porque a mí, lo que me gusta es hablar una hora".
Babelia
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