Una criatura de Chirac
La designación de Dominique de Villepin como nuevo primer ministro no parece la más atrevida ni la mejor opción en unos momentos de crisis en Francia y en la UE tras el no a la Constitución europea. Con De Villepin en el palacio de Matignon, Chirac mantiene sus propias opciones abiertas, por si decide volver a presentarse a las presidenciales de 2007, y evita que le den por ya amortizado. Aunque habrá que esperar a que De Villepin presente su programa, el nombramiento de Nicolas Sarkozy, mucho más popular, hubiera supuesto un mayor revulsivo. Chirac ha logrado al menos que Sarkozy, líder del partido de la mayoría presidencial (UMP) desde el pasado noviembre, vuelva al Ejecutivo como número dos y responsable de nuevo de la cartera de Interior, en la que fraguó su buena fama y donde recobrará más visibilidad. Sarkozy no será un ministro más, lo cual puede tanto reforzar la cohesión del Gobierno como sembrarlo de tensiones.
Chirac no se considera demasiado salpicado por haber convocado y perdido el referéndum, dado que los habituales votantes de la derecha se han expresado en un 80% a favor del sí, mientras que los que realmente se han dividido son los socialistas, que no están en condiciones de pedir un adelanto electoral. Pero no es seguro que haya salido del espejismo que supuso ganar en la segunda vuelta de las presidenciales de 2002 con un 80% de votos al ultraderechista Le Pen, líder del Frente Nacional. Desde entonces, Francia vive una cierta anomalía política.
La sustitución del hasta ahora primer ministro Raffarin, que ha batido todos los récords de impopularidad debido entre otras cosas a la mala marcha de la economía, iba a producirse incluso de haber ganado el sí en el referéndum. Raffarin no fue capaz de imponer las reformas económicas y sociales que necesita el país. Dado que la oposición a tales reformas es una de las causas del rotundo fracaso de la Constitución europea, no es seguro que De Villepin pueda llevarlas a cabo. Nadie duda de la valía profesional del ex secretario general del Elíseo y criatura política de Chirac. De Villepin debe todos sus cargos de alto rango a su mentor, pues nunca se ha sometido a un proceso electoral. Su valor político está por demostrar. No es lo mismo haber sido el ministro de Asuntos Exteriores que se opuso a EE UU por la guerra de Irak en el Consejo de Seguridad, o desempeñar la cartera de Interior, que ser jefe de Gobierno en el régimen presidencialista francés, un puesto que tiende a abrasar.
Es a Chirac a quien corresponden las grandes decisiones, en materia interna y externa, para lanzar las aplazadas reformas económicas, y para sacar a Europa del atolladero. Con su gesto de ayer no deja satisfecho a nadie. Entretanto, el referéndum de hoy en Holanda y la casi segura derrota de los partidarios del tratado hundirá más en el hoyo a la UE.
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