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Bush defiende el Tratado de Libre Comercio con Centroamérica

Los sindicatos de Estados Unidos se oponen al plan del presidente

Los presidentes de los cinco países centroamericanos y el de República Dominicana culminaron ayer en Washington una gira por Estados Unidos a favor del Tratado de Libre Comercio de Centroamérica, firmado hace casi un año pero pendiente de ratificación por el Congreso. La Casa Blanca trata de vencer las resistencias económicas y sociales de grupos de presión y de sindicatos.

George W. Bush, quien recibió ayer a los seis presidentes, subrayó que se trata de "una oportunidad histórica de avanzar en objetivos comunes". Ante Abel Pacheco, de Costa Rica; Antonio Saca, de El Salvador; Óscar Berger, de Guatemala; Ricardo Maduro, de Honduras; Enrique Bolaños, de Nicaragua, y Leonel Fernández, de la República Dominicana, el presidente de EE UU aseguró que el Tratado de Libre Comercio "arrojará ventajas para todos" y contribuirá a ampliar "la estabilidad y la seguridad que sólo pueden venir de la libertad".

Para "las nuevas democracias emergentes de Centroamérica, el acuerdo supondrá nuevas inversiones, lo que significa buenos empleos, y reglas de juego más justas para sus trabajadores". Los países centroamericanos "son pequeños, pero su compromiso es grande, y debemos apoyarles", añadió Bush, que concluyó sus palabras con un "que Dios les bendiga" en español.

El objetivo del tratado -firmado el 20 de mayo de 2004 y sin fecha aún para la ratificación del Congreso- es eliminar de forma gradual tarifas y barreras arancelarias y crear una zona de libre comercio con EE UU similar a la que existe entre este país, Canadá y México. La Casa Blanca trata de apaciguar los temores de las industrias más proteccionistas señalando que el 80% de las importaciones del área entran ya sin tarifas porque se benefician de otros acuerdos -que expiran en 2008- y que, por el contrario, las exportaciones estadounidenses deben sufrir una media de un 40% de aranceles.

Desde la entrada en vigor del acuerdo se eliminarían las tarifas sobre la mitad de los productos agrarios que EE UU exporta, para proceder después a una apertura gradual de otros sectores, en un plazo de 15 años.

La trascendencia del acuerdo es más política que económica para EE UU: los cálculos realizados por la Administración indican que podrían aumentar las exportaciones de EE UU en menos de 2.000 millones de dólares anuales cuando se aplique por completo. Pero los congresistas son sensibles a los grupos de presión de la industria, que temen la liberalización, y a los sindicatos, que protestan por los empleos ya perdidos en los sectores manufactureros y agrarios y que creen que el acuerdo rebajará los salarios. El Congreso también es sensible a los datos de déficit de la balanza comercial, levemente favorable al área centroamericana.

Pero los grupos de presión se han dividido, y eso -junto a la decidida apuesta de Bush- permite pronosticar mejores perspectivas para la ratificación. El que más ha batallado contra el acuerdo es el lobby azucarero, que está muy habituado a las subvenciones y teme un descenso de precios por la liberalización. Hay cultivos de azúcar en 19 Estados -caña en el sur, remolacha en el oeste-, pero destaca sobre todo en Florida, un lugar importante en la política nacional de EE UU y cuyo gobernador es Jeb Bush. Por el contrario, el pasado lunes dio su apoyo a la ratificación del acuerdo el Consejo de Organizaciones Textiles. El dato es importante para determinar el voto en el Congreso de los representantes de Carolina del Norte, uno de los Estados a los que fueron en días pasados los presidentes centroamericanos, que se dividieron para ir además a Tejas, Florida, California y Nuevo México.

Aunque hay industrias no competitivas y zonas específicas que han sufrido, el balance del Tratado de Libre Comercio entre los tres países de América del Norte, en vigor desde 1994, es positivo. Los dirigentes centroamericanos señalan que la liberalización consolida sus economías, reduce la inmigración ilegal y afianza los aún jóvenes sistemas democráticos.

En Washington, el dominicano Leonel Fernández dijo sentirse optimista después de entrevistarse con varios congresistas: "El libre comercio tiene apoyo" y las democracias de la zona "lo necesitan para consolidar su estabilidad". Rob Portman, nuevo representante de Comercio Exterior de EE UU, apoyó el argumento diciendo que el acuerdo "es una manera de ayudar a consolidar la democracia en una zona crítica del hemisferio".

Los presidentes de EE UU y República Dominicana se saludan entre los de Honduras (izquierda) y Guatemala.
Los presidentes de EE UU y República Dominicana se saludan entre los de Honduras (izquierda) y Guatemala.REUTERS

Rumsfeld y las bandas

En la visita al Pentágono de los seis presidentes -tres de los países aportaron tropas en Irak-, el secretario de Defensa expresó su respaldo al pacto de liberalización. Donald Rumsfeld destacó los aspectos de seguridad que encierra el acuerdo: "Este acuerdo comercial podría ayudarnos a abrir una nueva etapa de cooperación", dijo Rumsfeld, para añadir: "El progreso económico y la seguridad son interdependientes: hoy, las amenazas para Centroamérica y el Caribe proceden de una combinación antisocial de bandas, narcotraficantes, contrabandistas, secuestradores y terroristas. Está más claro que esto sólo puede combatirse de forma eficaz con una estrecha cooperación entre los países".

Junto a la secretaria de Estado, Condoleezza Rice, Rumsfeld está intentando corregir la ausencia de política latinoamericana de los últimos años. En otoño viajó a El Salvador, Nicaragua, Panamá y Ecuador, y en marzo estuvo en Argentina, Brasil y Guatemala.

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