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EL FIN DE UN PAPADO | La muerte del Pontífice

El Papa muere arropado por miles de fieles

Las campanas de Roma tocaron a las 22.35 a muerte, iniciando nueve días de luto por el Pontífice

Enric González

El corazón de Karol Wojtyla latió por última vez anoche, mientras en la plaza de San Pedro, bajo la ventana de su habitación, 70.000 personas rezaban un rosario. La noticia fue anunciada en plena oración y la multitud reaccionó con un aplauso. Tras el aplauso se hizo un silencio de muerte, estremecedor, en la plaza y en muchos corazones de todo el mundo que respetaban al Papa desaparecido. En la explanada vaticana prosiguió un rezo bañado en lágrimas y se iluminó el mosaico con la efigie de la Virgen que el propio Wojtyla, que dedicó sus 26 años de pontificado a María con el lema Totus tuus (Todo tuyo), había hecho instalar en la fachada del Palacio Apostólico. El pontificado y la vida de Juan Pablo II, que tenía 84 años, se apagaron tras dos días de dolorosa agonía.

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El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, dio a conocer el fallecimiento con un comunicado: "El Santo Padre ha fallecido esta noche a las 21.37 horas en su apartamento privado. Se han puesto en marcha todos los procedimientos previstos en la Constitución Apostólica Universi Dominici Gregis, promulgada por Juan Pablo II el 22 de febrero de 1996".

La Constitución de 1996 se limitó a actualizar los ritos tradicionales. El camarlengo del Colegio Apostólico, el cardenal español Eduardo Martínez Somalo, encargado de dirigir el interregno, había golpeado ya la frente del difunto, le había invocado tres veces por su nombre de pila, Karol, había certificado la falta de vida y había destruido el anillo y el sello papales.

Al quebrarse los dos pequeños objetos metálicos se quebró, en términos canónicos, un pontificado largo y denso finalizado un primer sábado de mes, el día dedicado a la Virgen de Fátima; la misma Virgen conmemorada el 13 de mayo, fecha en que Juan Pablo II sufrió un atentado casi mortal. El Papa vivió desde entonces convencido de que un milagro de la Virgen de Fátima le había evitado la muerte.

A las 22.35 sonaron a muerte las campanas y un inmenso gentío se encaminó desde todos los extremos de Roma hacia el Vaticano, bloqueando calles y puentes. Las banderas vaticanas e italianas cayeron a media asta. Comenzaban nueve días de duelo, previos a la reunión de los cardenales en cónclave para elegir al primer Papa del siglo XXI.

La muerte del Pontífice polaco que cambió la Iglesia y la Historia culminó un largo adiós que desbordó el pequeño territorio Vaticano y se extendió por el mundo. El Pontífice sólo entró en coma en los instantes finales. Hasta entonces había permanecido en un estado de sopor, con reacciones ocasionales ante el sonido de voces conocidas. El viernes por la noche, en los últimos momentos de consciencia semipermanente, pudo escuchar el eco de la multitud en la plaza de San Pedro y pronunciar palabras aisladas, que podían reconstruirse como una despedida a los jóvenes que rezaban y cantaban bajo su ventana: "Os he buscado, ahora habéis venido, gracias". Miles y miles de peregrinos, jóvenes en su gran mayoría, llegaban hora tras hora a Roma para dirigirse al Vaticano, donde se concentraban en torno a una gran pancarta: "Estamos aquí bajo tu cruz, no te abandonaremos nunca".

El portavoz de la Santa Sede, Joaquín Navarro-Valls, había anunciado por la mañana que las condiciones físicas de Juan Pablo II permanecían "invariadas, y por tanto gravísimas" y que su estado de consciencia era muy tenue. Por la tarde, Navarro-Valls prefirió no comparecer ante los periodistas y emitió un comunicado en el que informaba de una fortísima elevación de la temperatura. Con todo, indicaba el texto, los ojos del Papa mostraban reconocimiento en algunos momentos. El portavoz insistió en que "técnicamente" no podía hablarse de estado de coma.

Varios cardenales pasaron por la habitación pontificia en las horas finales. Uno de ellos, Joseph Ratzinger, responsable de la orientación teológica del catolicismo, comentó a la salida que Juan Pablo II "sabía que estaba pasando a manos del Señor". "Me ha dado el último saludo y las gracias por el trabajo de todos estos años", explicó. Sonaba improbable que el enfermo hubiera podido articular verbalmente ese agradecimiento. El día anterior, cuando su situación era relativamente mejor, el significado de sus balbuceos apenas podía intuirse. El propio Navarro-Valls admitió que la despedida a los jóvenes, la frase "os he buscado, ahora habéis venido", había sido reconstruida como hipótesis por las personas que se encontraban junto al lecho, a partir de una serie palabras inconexas.

Dijera o no el Papa, los jóvenes estaban, a millares, en la plaza de San Pedro. Los llamados papa-boys, la generación que no había conocido otro Pontífice que Juan Pablo II y había protagonizado encuentros masivos como los de Manila (cinco millones de almas) y París (dos millones), atraída hacia la figura de Wojtyla por la fe o por simpatía ante sus posiciones humanitarias y antibelicistas, acudieron en la hora final. El diario de la Santa Sede, L'Osservatore Romano, saludó la afluencia juvenil a San Pedro como una victoria casi póstuma del Papa que moría.

Los poderosos del planeta, como George W. Bush, hicieron llegar expresiones de afecto. Pero también los menos poderosos. Los reclusos de la prisión romana de Regina Coelli organizaron una misa en homenaje a Juan Pablo II. Los presos de esa misma cárcel protagonizaron uno de los momentos más bellos del papado de Juan XXIII, el día que el Papa bueno visitó el centro y le dedicaron un aplauso interminable. Juan XXIII, enfermo de cáncer de estómago, vivió, como Juan Pablo II, una agonía que conmovió al mundo y que duró tres días.

El largo adiós a Juan Pablo II no iba a concluir con la muerte. En realidad, las mayores multitudes de jóvenes y fieles se esperaban a partir de ese momento, para cuando fuera expuesto el cuerpo en la basílica de San Pedro (quizá ya hoy domingo) y para el funeral, que podría congregar a millones de personas. El Ayuntamiento de Roma preveía una gran afluencia de peregrinos a la ciudad y colas gigantescas ante la basílica, y el alcalde, el progresista Walter Veltroni, anunció el establecimiento de alojamientos improvisados en pabellones feriales y recintos deportivos.

Decenas de miles de personas abarrotaron anoche la plaza de San Pedro poco después de conocer el fallecimiento del Papa.
Decenas de miles de personas abarrotaron anoche la plaza de San Pedro poco después de conocer el fallecimiento del Papa.ASSOCIATED PRESS

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