El cuerpo será expuesto durante tres días
El llamado interregno, es decir, el periodo que transcurre entre la muerte de un Papa y la elección de su sucesor al trono de Pedro, está regido por un estricto protocolo dictado por una tradición de siglos y por las normas de los pontífices. El propio Juan Pablo II tomó una serie de disposiciones en su Constitución apostólica de 1996.
En esta etapa, el colegio cardenalicio dirige la Iglesia y el cardenal camarlengo, en este caso el español Eduardo Martínez Somalo, se convierte en una especie de jefe interino con poderes limitados. Éstos son algunos de los principales ritos:
- Tras la muerte del Papa, el camarlengo sella sus aposentos privados, que no podrán abrirse hasta que el cónclave no elija un nuevo Papa.
- Comunicada oficialmente la noticia del fallecimiento, la puerta de bronce del Vaticano se abre a medias, y todas las campanas de Roma comienzan a repicar.
- Comienzan los preparativos del cadáver del Papa, al que se viste con los símbolos pontificios: mitra blanca, casulla roja (el color de luto de los papas) y el palio: una faja de lana blanca con cruces negras.
- Las exequias durarán nueve días. El cuerpo se expone en la basílica de San Pedro durante los tres primeros días, para recibir el homenaje de los fieles.
- Serán los cardenales los que fijen la hora y el día del funeral y el entierro. Tradicionalmente, la misa solemne, o missa poenitentialis, se celebra tres días después de la muerte en la basílica de San Pedro, con la asistencia de delegaciones de todo el mundo.
- La inhumación se llevará a cabo "salvo razón especial", entre el cuarto y el séptimo día. Normalmente los restos mortales son depositados en las grutas vaticanas, salvo que Juan Pablo II haya dispuesto otra cosa en su testamento.
- Entre 15 y 20 días después del fallecimiento, comienza el cónclave en la Capilla Sixtina de los 117 cardenales, que deberán elegir al sucesor mediante el voto secreto, según las disposiciones de Juan Pablo II. El nuevo Papa deberá obtener la mayoría de dos tercios. La fumata blanca indicará a los fieles que ya hay acuerdo.
- El nuevo Papa dará su aprobación y adoptará el nombre con el que va a gobernar.
- Las ventanas que dan sobre la puerta principal de la basílica se abren de par en par. El decano de los cardenales se asoma, pronuncia la frase "Habemus Papam" y dice su nombre.
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