Francia, Brasil y España, unidos por la diversidad cultural
Tres exposiciones celebran el año de Brasil
Tres ministros de Cultura se reunieron ayer en París: el francés, Renaud Donnedieu de Vabres; el brasileño, Gilberto Gil, y la española Carmen Calvo. Firmaron un documento a favor de la diversidad cultural y en defensa de la convención que sobre la cuestión tiene lugar en la Unesco. Al mismo tiempo, los ministros acudieron al Grand Palais para visitar la exposición Brasil indio: las artes amerindias, que hoy se abre al público y podrá verse hasta el 27 de junio.
La exposición reúne muestras de arte funerario, de grafismo corporal, de objetos ligados a la vida cotidiana o de elementos destinados a dar una dimensión sagrada o mágica a determinados rituales. Son el testimonio de la actividad cultural de distintas tribus, ya sea los yanomani, los marjoara, los aruas, los munduruku o los bororos, entre otras muchas. La lectura que la exposición propone es de carácter eminentemente estético, aunque los objetos se presentan acompañados de informaciones que son propias de un museo de antropología, es decir, no se ha renunciado a situar las obras en su contexto, pero se privilegia su belleza impactante.
Lo que vemos en el Grand Palais nos plantea otro tipo de problemas, pues para la gran mayoría de los 500.000 amerindios que viven hoy en Brasil la frontera entre la cultura y la vida, entre el arte y la utilidad, sigue sin existir.
No es ése el caso de otras grandes muestras brasileñas recién inauguradas, como la dedicada en la Fundación Cartier a la artista Adriana Varejao hasta el próximo 5 de junio. Varejao juega con un elemento muy propio de la arquitectura popular lusófona, a saber, el azulejo. En unos casos sus azulejos -falsos azulejos, ya que se trata de pinturas- ponen en cuestión las versiones oficiales de la historia, en otros nos remiten a la inquietante limpieza y frialdad de los espacios concebidos para la higiene corporal para, por último, mostrarnos lo que podríamos llamar "las tripas" del azulejo, la carne, la sangre que palpita detrás de las baldosas impolutas pero que, de pronto, se agrietan y dejan ver la vida, el esfuerzo, el dolor que se esconde tras la cuadrícula de baldosas.
Y para que el año de Brasil en Francia tuviera un arranque lo más brillante posible, la Maison de l'Amerique Latine se ha sumado a la operación presentando, por primera vez en Francia, la pintura de Cícero Dias: 65 acuarelas y pinturas realizadas entre 1920 y 1940, durante sus primeros 20 de actividad artística.
Son tres exposiciones radicalmente distintas procedentes todas de un mismo país, de la diversidad cultural de un país. Y que se sienten a gusto en París no sólo por el ya citado encuentro de ministros, sino también por la curiosidad que Francia siempre ha manifestado por Brasil y que encuentra su mejor plasmación en la obra de Claude Lévi-Strauss, que en la década de los treinta se adentró en la selva amazónica para descubrir mundos hasta entonces desconocidos o subvalorados por el orgullo de la civilización occidental y cristiana que, incluso cuando pretendía defenderles, comenzaba por negarlos, tal y como hizo el embajador de Brasil en 1934 ante un Lévi-Strauss que le rindió visita: "Créame amigo, hace lustros que han desaparecido todos los indios. Es una página triste, vergonzosa, de la historia de mi país, pero los colonos portugueses del XVI eran hombre avariciosos y brutales que capturaban a los indios y los ataban a la boca de sus cañones para, a continuación, dispararlos. Es así como acabaron con todos los indios sin dejar ni uno. Como sociólogo descubrirá usted en el Brasil cosas apasionantes, pero deje de soñar en indios, no encontrará uno solo". Ahora, además de seguir viviendo en su país, los encontramos en el Grand Palais.
Babelia
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