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El Guggenheim descubre la vida de los aztecas y su concepción del orden universal

Una exposición reúne más de 400 piezas creadas por "un pueblo orgulloso de ser él mismo"

Cuando en 1519 Hernán Cortés llegó a México, encontró un pueblo desarrollado y guerrero que había conseguido someter a sus vecinos y ofrecía a sus dioses el sacrificio de los vencidos. En los dos siglos anteriores, los aztecas vivieron el esplendor de su cultura, y con la llegada de la colonización española, un ocaso traumático. La exposición El imperio azteca, inaugurada ayer en el Museo Guggenheim Bilbao, sigue esa trayectoria con más de 400 piezas, en su mayoría joyas arqueológicas que muestran, según su comisario, Felipe Solís, a "un pueblo orgulloso de ser él mismo".

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Las sociedades sometidas, el enemigo y los conquistadores

Felipe Solís, director del Museo Nacional de Antropología de la Ciudad de México, explicó que la exposición presenta "el territorio con el que entraron en contacto los españoles en el siglo XVI, excepto el ocupado por los mayas", con un número de piezas y una atmósfera que permiten reflexionar sobre la cultura azteca. La "visión integral" que Solís ha querido plasmar abarca a los dioses, los ritos religiosos y la vida cotidiana de los aztecas, pero también muestras de las culturas de los pueblos a los que sometieron y de los enemigos, el imperio Tarasco, que frenaron su expansión. El recorrido finaliza con piezas que reflejan los primeros años de la colonización española.

El imperio azteca, organizada con el patrocinio del BBVA e Iberdrola, estará abierta al público hasta el próximo 18 de septiembre. Solís subrayó la importancia que alcanzó el antropomorfismo en el arte azteca entre los siglos XIV y XVI, al tiempo que en Europa soplaban los vientos renovadores del Renacimiento. "La presencia humana tomó entonces un protagonismo que nunca pasó antes", dijo. Las figuras humanas, masculinas y femeninas, de corte realista, están presentes en toda la exposición, pero alcanzan el máximo dramatismo en dos piezas de más de dos metros de altura halladas en las excavaciones del Templo Mayor de Ciudad de México. Las esculturas de barro representan a un guerrero águila y a Mictlantecuhtli, el dios de la muerte y la oscuridad, que muestra sus vísceras, unas enormes garras y agujeros en la cabeza en los que se colocaba pelo natural. Las dos piezas aparecen en un recodo del museo, pintado de negro, que evoca una capilla.

La exposición quiere crear un ambiente intimista, con las salas en penumbra y la luz enfocando directamente a las piezas. El arquitecto mexicano Enrique Norten ha sido el responsable de diseñar el montaje, basado en grandes vitrinas, que dividen las salas y permiten observar las obras desde distintos puntos de vista. "Lo moderno y lo antiguo se mezclan y se disfrutan en la exposición", defendió Solís.

El imperio azteca comienza con una sala dedicada a mostrar el medio natural en el que se desarrolló su cultura. El bestiario indígena fue tallado sobre la piedra con un naturalismo sorprendente. Monos, coyotes, serpientes y águilas muestran la maestría de los artistas aztecas. La exposición recoge las muestras de una sociedad fuertemente jerarquizada, en la que sólo la nobleza utilizaba joyas de oro, turquesa, conchas y obsidiana. Junto a ellas se exhiben las piezas de arcilla con las que se adornaban las clases bajas y los objetos domésticos de cerámica.

Además de la vida cotidiana, la visión sagrada del universo y los ritos religiosos constituyen el esqueleto de la exposición. El culto solar y las diferentes representaciones de los dioses de la lluvia, el agua, las flores y la guerra se suceden junto a las ofrendas que recibían, en muchos casos recuperadas tras minuciosos procesos de restauración. Los objetos utilizados en los rituales de sacrificio son numerosos. "No ocultamos nada", precisó el comisario. "Aquí están las piedras sobre las que se realizaban los sacrificios, y los cuchillos". El yacimiento del Templo Mayor aporta los mejores ejemplos de la concepción azteca del orden universal. El templo, que representaba el lugar de nacimiento de su dios protector, era el centro de México-Tenochtitlan, la actual Ciudad de México, y por ello, el centro del universo.

Los ancestros de los aztecas están presentes para mostrar "la gran unidad de la cultura mexicana antigua". Solís explicó que los aztecas representan el último estadio en una evolución cultural de más de 30 siglos, en el que la guerra se convirtió en la actividad fundamental. Las máscaras rituales y los adornos de los guerreros muestran cómo los aztecas adoptaron los símbolos de las culturas que les precedieron.

Dos de las piezas que se exhiben en la exposición: una coraza tolteca (900-1200) -a la izquierda- y un jaguar teotihuacana (400).
Dos de las piezas que se exhiben en la exposición: una coraza tolteca (900-1200) -a la izquierda- y un jaguar teotihuacana (400).LUIS ALBERTO GARCÍA
Colección de serpientes talladas en piedra (1500).
Colección de serpientes talladas en piedra (1500).LUIS ALBERTO GARCÍA
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