Una víctima sitúa a Scilingo por primera vez en el mayor centro de tortura en Argentina
La testigo se mantiene firme en el careo con el ex militar en la Audiencia Nacional
Marta Álvarez, una militante de los montoneros que fue secuestrada por miembros de la Armada argentina cuando se encontraba embarazada, identificó ayer al ex capitán de corbeta Adolfo Scilingo como la persona a la que vio arreglando un ascensor en la Escuela Superior de Mecánica de la Armada, la ESMA, convertida en el mayor centro de tortura durante la dictadura argentina (1976-1983). Es la primera persona que ha podido situar a Scilingo en la ESMA, a principios de febrero de 1977. El propio ex militar reconoció -luego se retractó- que participó en dos de los vuelos de la muerte, en los que se lanzaban a prisioneros drogados, pero vivos, al mar, para hacerlos desaparecer.
A preguntas de la fiscal Dolores Delgado, Marta Álvarez relató en la Audiencia Nacional su peripecia en la ESMA, explicó que fue torturada por medio de electrodos, la famosa picana, para sacarle información y cómo era trasladada al sótano y luego la llevaban de nuevo a la buhardilla, denominada "capucha" donde permanecía la mayor parte del tiempo.
Declaró que ella era delegada sindical y encargada de prensa y propaganda en el diario La Razón, y que al principio la llevaban todos los días al sótano para interrogarla. Luego, cuando su embarazo fue más evidente, ya no la trasladaban al sótano, sino que permanecía en un camarote en la buhardilla con grilletes.
Allí fue donde a principios de febrero de 1977 vio a Scilingo. "Yo llevaba puesto un camisón y un deshabillée rosa. En el pasillo había un hombre parado que estaba abriendo una puerta. Detrás había una maquinaria de ascensor. Él me preguntó mi nombre. 'Marta', dije. '¿Para cuándo esperas?', agregó. 'Para finales de este mes o principios del próximo'. Ya no dijo más. Estuvo arreglando la maquinaria durante una hora. Tenía una camiseta de manga corta azul y un pantalón azul".
¿Pudo verle bien?, preguntó la fiscal. "Sí", replicó Álvarez. "En ese momento era sólo una persona que estaba arreglando el ascensor. Después vi en el diario las declaraciones de un arrepentido y reconocí la foto".
¿Es una vivencia que tiene ahora también?, preguntó la fiscal. "Sí, las dos cosas que nunca voy a olvidar a lo largo de mi vida son el sonido de las cadenas y el olor de ese lugar", en referencia a las cadenas que arrastraban los presos de la ESMA, cuando eran trasladados de una dependencia a otra.
En ese momento la fiscal pidió a la testigo que se diera la vuelta y dijera si el acusado, sentado a su espalda, era la persona que ella vio. La testigo se giró lentamente, miró a Scilingo y asintió con la cabeza.
Con otra embarazada
La testigo dijo que estuvo con otra embarazada, Silvia Labayru, en la ESMA y que en aquellas dependencias vio también al padre de su hijo. Los militares le dijeron que se despidiera de él porque lo trasladaban a un centro de recuperación del Sur, pero no lo volvió a ver más.
A petición de la defensa, se celebró un careo entre Álvarez y Scilingo. El acusado señaló que como era jefe de cargo nunca tomó un destornillador. Alegó que no llevaba un uniforme azul, sino una camisa "celestita" y que en aquellas fechas no estuvo en la ESMA. Su letrado aportó un certificado de la Armada argentina que señala que estuvo destinado en el destructor Almirante Storni hasta el 7 de febrero en que fue destinado a la ESMA. Sin embargo, la testigo se mantuvo firme. "Esa persona es la que estaba en la maquinaria del ascensor", aseguró.
Precisamente el ex fiscal argentino Julio César Strassera, que intervino en el proceso contra los nueve comandantes de las tres juntas militares, puso en duda la veracidad del documento presentado por la defensa de Scilingo. Strassera dijo que toda la información que proporcionaba la Armada era falsa y que las leyes de Obediencia Debida y de Punto Final fueron "sacadas a punta de pistola".
El ex fiscal dijo también que "nadie que haya estado en la ESMA podía ignorar lo que pasaba allí", en el sentido de que ningún oficial podría acogerse a la obediencia debida.
También declaró el premio Nobel de la Paz argentino Adolfo Pérez Esquivel, quien relató que en abril de 1977 fue detenido en el Depósito Central de Policía Federal y estuvo desaparecido casi un año. Pérez Esquivel declaró que el 5 de mayo de 1977 le encadenaron a un avión y tuvo un vuelo de la muerte.
Pérez Esquivel señaló que el avión estuvo una hora volando sobre el río de la Plata hasta Uruguay, que luego le llevaron a la base aérea de Morón y que allí el oficial le dijo: "Póngase contento, lo llevamos a la U9, una cárcel de máxima seguridad". De su cautiverio afirmó: "Lo más terrible de las torturas era sentir cómo torturaban a los otros prisioneros. No podía entender esa locura desatada dentro de la prisión. Nunca fui juzgado. Nunca fui acusado de ningún delito".
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