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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Locomotora china

El desarrollo de la economía china, que ha crecido un 9,5%

en 2004 y apunta a tasas de crecimiento en torno al 9% durante los próximos años, actúa como un poderoso motor de la economía internacional. La locomotora china funciona consumiendo ingentes cantidades de materias primas, manufacturadas por una mano de obra barata y financiada por un flujo de inversión directa procedente del exterior que ha situado sus reservas monetarias en límites estratosféricos.

El crecimiento funciona según la regla de que es más barato comprar artículos chinos que vender en China productos de otros países. Con estos ingredientes, más un proteccionismo poco disimulado diseñado desde un Gobierno de partido único y contando con un mercado interno colosal, el gigante asiático está consiguiendo elevar exponencialmente sus niveles de consumo y convertirse en una pieza decisiva de la economía mundial. Dos hechos recientes dan fe del poder intimidador del dragón rojo: IBM, cuya división de ordenadores personales fue comprada por la empresa china Lenovo, y la lluvia de inversiones chinas en Latinoamérica para asegurar el suministro de materias primas.

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Pero todos los modelos tienen sus debilidades. La más importante en el caso chino es la escasa fiabilidad de sus datos económicos, desde el mismo PIB hasta el índice de precios al consumo, contaminados por decisiones de propaganda política. El desarrollo económico chino, además, está soportado por un sistema financiero de dudosa fortaleza, con grados de morosidad que alarmarían gravemente a un regulador bancario occidental. Las autoridades políticas presionan a los agentes financieros para que los proyectos económicos deseados se lleven a cabo con independencia de los cálculos de rentabilidad o expectativas de negocio.

Emergen otros riesgos, por supuesto. Una tasa tan elevada de crecimiento en un país sin redes económicas liberalizadas circula al borde del recalentamiento, aunque los últimos datos oficiales muestran que el PIB continúa creciendo a buen ritmo sin desatar una inflación incontrolable. Que este precario equilibrio se mantenga o no depende del acierto con que las autoridades económicas apliquen la política monetaria y de que aborden algunas liberalizaciones imprescindibles. Entre sorprendida y admirada, el resto del mundo observa el esfuerzo de la economía emergente más voluminosa del planeta por estabilizar su desarrollo y eliminar incertidumbres.

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