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Reportaje:

La evolución a vista de pájaro

El genoma del pollo, el primero de un ave, abre horizontes a la medicina y la industria

Javier Sampedro

Decir que los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años es inexacto. Algunos sobrevivieron al impacto de un asteroide, y sus descendientes siguen ahí arriba, volando de un lado a otro del planeta, o ahí abajo, produciendo huevos y filetes de pechuga para alimentar a medio mundo. Los científicos no pueden leer el ADN fósil de un dinosaurio, como en el Parque Jurásico de Steven Spielberg, pero acaban de hacer lo más parecido posible: descifrar el genoma del pollo.

La investigación es obra de 170 científicos de 50 instituciones, coordinados por el Centro de Secuenciación Genómica de la Universidad de Washington, y se presenta hoy en tres artículos de la revista Nature. Como en anteriores proyectos, la contribución española ha corrido a cargo de Roderic Guigó y otros seis investigadores del Instituto Municipal de Investigación Biomédica, la Universidad Pompeu Fabra y el Centro de Regulación Genómica, todos en Barcelona.

El consorcio ha descifrado el genoma de Gallus gallus, la gallina silvestre asiática de la que provienen todos los pollos domesticados, y también ha descrito parcialmente los genomas de tres razas de uso industrial, ponedoras y de carne.

El genoma del pollo contiene mil millones de bases (las letras del ADN), más o menos un tercio del humano. Pero el tamaño del genoma no tiene nada que ver con el número de genes, porque los genes son islas de información en un mar de basura genómica, y es la cantidad de basura -no la de genes- lo que más varía de una especie a otra.

Así, pese a su pequeño genoma, el pollo tiene entre 20.000 y 23.000 genes, un número muy similar al de los mamíferos, incluida la especie humana. De hecho, las personas y las gallinas comparten el 60% de sus genes, y éstos están en el mismo orden a lo largo de grandes segmentos de cromosoma.

Muchas de las diferencias entre el genoma del pollo y el humano pueden entenderse con los datos presentados hoy. Un ejemplo son los genes de las queratinas, las principales proteínas del pelo, las uñas y las plumas. Los mamíferos y las aves han amplificado variantes distintas.

Se piensa que las aves tienen un sentido del olfato muy escaso, pero el genoma del pollo parece contradecirlo, porque tiene al menos 283 genes que fabrican receptores del olor, un número similar al humano. El pollo, por otro lado, carece de los genes que fabrican la leche, la saliva y los dientes.

La secuencia del pollo se ha revelado como una valiosa criba para separar el grano de la paja en el genoma humano. Las secuencias de ADN que coinciden en personas y pollos (un 2,5% del genoma humano) han resistido al cambio durante 310 millones de años, y muchas de ellas tendrán probablemente relevancia médica.

Según Roderic Guigó, los datos evidencian que "humanos, ratones y pollos somos prácticamente lo mismo", informa Xavier Pujol Gebellí. "Las diferencias que se observan probablemente tengan más que ver con la activación de los genes que con los genes mismos". Las aplicaciones industriales no serán inmediatas. "Necesitamos más información sobre los genomas de individuos de la misma raza que presentan características diferenciales", dice Guigó. Los superpollos aún quedan lejos.

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