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Elfriede Jelinek aboga por la marginalidad

La premio Nobel de Literatura, que no acudirá a recogerlo, lee por vídeo su discurso ante la Academia

La constante búsqueda de la marginalidad y un grito de socorro para atrapar los lenguajes que no entiende. Estos fueron los dos ejes sobre los que Elfriede Jelinek, de 58 años y premio Nobel de Literatura, basó su discurso de ayer ante la Academia Sueca. Cientos de personas se acercaron hasta su sede en Estocolomo para escuchar y ver a la autora autriaca, que lo leyó por vídeo, ya que no asistirá a la entrega oficial el viernes porque sufre una enfermedad que no le permite volar ni exponerse en público. En su discurso, titulado Al margen, con su estilo cortante, explosivo y provocador, aboga por caminar siempre por los límites y trata de aproximarse a los misterios del lenguaje: "Los márgenes están al servicio de la vida", asegura la autora de La pianista y Deseo.

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"¿Tiene la escritura el don de dar cobijo ante la realidad?", se preguntaba Jelinek ayer a través de las pantallas instaladas de la sede de la Academia Sueca, que entrega los Premios Nobel. Comenzaba así su discurso de 39 minutos -que a partir de las 17.30 horas fue volcado en la página web de los Premios Nobel en alemán, sueco, inglés y francés- ante los asistentes a este acto que es el pistoletazo de salida a la semana de los Nobel, un acontecimiento que culmina con la entrega y la cena de gala, a la que asiste toda la familia real sueca y que se transmite entera, con todos sus platos, por televisión a todo el país.

Este año, Jelinek, cuyas obras se han publicado en varias editoriales (Versal, Mondadori, Destino y El Aleph), no irá. Lo recogerá en la embajada sueca en Viena el día 17 y sus palabras de ayer fueron las únicas que pronunciará oficialmente. La autora trató de explicar en su discurso su visión de la literatura y lo difícil y traumático que le resulta a veces apresar sus herramientas. "La realidad es lo que se esconde bajo el pelo, bajo las faldas", afirmó Jelinek. Pero un viento maligno puede arrasarlo y transportarlo a otro lugar. "¿Cómo puede el escritor conocer la realidad si ésta se le escapa y siempre salta hacia los márgenes? Desde allí, por una parte, puede verlo todo mejor, pero por otra, no puede quedarse en el camino de lo real. Allí no tiene sitio, su lugar está siempre fuera".

Saltar hacia la nada

Lo marginal se convierte siempre en esencial para la escritora. "Los márgenes están al servicio de la vida aunque no se desarrollen en el mismo lugar". Cree que se debe estar preparado para la observación aunque la vida se desarrolle en otra parte. "Allá donde no está", dice esta escritora que siempre asegura no comulgar con el mundo que le rodea, hasta el punto de confesar que para inmiscuirse en él le basta con ver la televisión.

La búsqueda de lo marginal nunca debe detenerse. "Cuando alguien camina sobre los márgenes siempre debe estar dispuesto a saltar un poco y luego otro poco más allá, hacia la nada, que se encuentra justo al lado de esos márgenes". Pero hay que estar alerta: "Los márgenes también tienen sus trampas abiertas, preparadas en cada momento".

El lenguaje, algunas veces es protector, otras es un infierno. "Busqué refugio en mi escritura. El lenguaje parecía serlo, pero se volvió contra mí. No me extraña. Inmediatamente desconfié de él. ¿Qué clase de camuflaje es ése que sirve no para volverse más invisible, sino para distinguirse?", se pregunta. Jelinek dejó ayer también clara su sensación de incomprensión permanente. "Me siento honrada, pero no recompensada", aseguró, y tras referirse a la difícil relación con su familia, aludió a su país en alguna frase irónica quizá para que los sectores más conservadores no la insulten en estos días. Pero fuen en vano, porque las ametralladoras de los derechistas ya habían comenzado a disparar.

El discurso de la escritora austriaca se pudo seguir ayer a través de dos pantallas gigantes instaladas en la sede de la Academia Sueca, en Estocolmo.
El discurso de la escritora austriaca se pudo seguir ayer a través de dos pantallas gigantes instaladas en la sede de la Academia Sueca, en Estocolmo.REUTERS
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