El cazador de desiertos
El fotógrafo y geógrafo Michael Martin reúne sus viajes en un libro y en una exposición
"En todas partes vimos allí unas cosas, caballero, que en París no las verían ni pagando. ¡El desierto! ¡Oh, el desierto!". Valgan las entusiastas palabras de Flaubert para describir el impresionante, majestuoso libro Desiertos, de Michael Martin, que ha publicado Círculo de Lectores y que contiene todos, -hay que subrayarlo- todos los desiertos del planeta. Durante cinco años, en un viaje julesverniano que abarcó 50 países, el geógrafo y fotógrafo alemán se dedicó a recorrer los desiertos de los cinco continentes, desde el Atacama chileno al Gran Desierto de Arena australiano pasando por el Gobi, el Danakil somalí, el Kalahari y por supuesto el Sáhara, para retratar sus áridas bellezas y a sus habitantes. El resultado es un volumen de gran formato -con prólogo de Michael Asher, biógrafo de Thesiger y Lawrence de Arabia- que captura, en textos y fotos, la esencia de algunos de los parajes más puros y espectaculares de la Tierra.
"El desierto es el paisaje más grande de la Tierra, pero no tiene 'lobby' que lo proteja"
El cazador de desiertos, sin embargo, no es un romántico: dice que es verdad que las dunas cantan -al moverse la arena que las compone-, pero que el sonido no tiene nada de particular y que la poesía creada alrededor del fenómeno es un reclamo turístico. Tampoco siente nada especial por el explorador conde Almásy.
Martin (Múnich, 1963), que realizó su extraordinario periplo en una motocicleta con su compañera Ele Wallner, presentó su libro en Barcelona al tiempo que inauguraba una exposición con 68 de sus fotografías en el Centro Cultural Fundación Círculo de Lectores (Princesa, 52). El autor, con aspecto de músico de rock y padre de cinco hijos, explicó que a los 17 años cayó preso del encanto del desierto, y no ha dejado de visitarlo. Su primera motivación para ir al desierto fueron las estrellas: lo llevó su familia para verlas; pero pronto fue ya el desierto por el desierto. "Yo sería otro sin el desierto", reflexionó. Para especializarse en esas áreas despiadadas, dijo, "hace falta energía, constancia y cierto espíritu de riesgo".
Flanqueado por el retrato de un curtido nómada afgano y una arrebatadora panorámica de dunas del Rub al Khali, el Territorio Vacío, el gran desierto de Arabia que atravesó dos veces Thesiger, Martin marcó distancias con los exploradores legendarios: "He leído la literatura clásica del desierto, pero yo soy un científico y no siempre comparto ciertas visiones místicas ni determinados componentes espirituales de esos autores. Los libros en los que me he basado han sido más bien los de la literatura especializada, muy árida" -valga la palabra-. Los desiertos parecen lugares amenazantes; paradójicamente, advirtió Martin, están amenazados. "El desierto es el paisaje natural más grande de la Tierra, pero no tiene lobby que lo proteja, a diferencia de la selva tropical. Parece que el desierto sólo pueda ser explotado; se abandonan en él residuos, se lo violenta con pruebas nucleares. Y los desiertos son muy delicados, guardan formas de vida muy sensibles e interesantes, y culturas muy antiguas como la de los nómadas y la de los oasis". Michael Martin indicó muy pertinentemente que con su libro ha querido poner su "grano de arena" en la defensa del desierto.
Dijo que ha vivido muchas situaciones peligrosas, especialmente por las tensiones político-militares -en Yemen o en zonas minadas de Afganistán-, pero que "el desierto en sí mismo nunca ha sido una amenaza". "A todos nos conmueve el desierto, pero de maneras diferentes", señaló el autor. "Tengo amigos que lo han pasado mal en el desierto y lo consideran un horror. Yo en cambio me siento en él como en casa".
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