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Reportaje:

Latinoamérica gira hacia la izquierda

La consolidación de la democracia en la zona propicia la llegada al poder de partidos de centro-izquierda

Juan Jesús Aznárez

Apenas dos decenios atrás, la izquierda revolucionaria perdía el cuello en las mazmorras de las dictaduras castrenses sureñas, era guerrillera en la América Central de los ejércitos gorilas, y los partidos de siempre la apretaban en Venezuela y México. Cayó la URSS, ganó Estados Unidos, los muros ideológicos perdieron sustento y financiación, y América Latina debió matricularse en democracia.

Poco a poco, la izquierda fue acercándose al centro izquierda, y también al populismo, para ganar votos y Gobiernos, y los ha obtenido en Argentina, Uruguay, Brasil, Chile y Venezuela. Puede ganar en México dentro de dos años. Excepto en países aún bullentes, América Latina ya vota en libertad y consolida el democrático uso. Las gobernaciones fructíferas, el Estado de derecho y la equidad social son, empero, metas no cumplidas.

Para acceder al Gobierno se perdieron ideales políticos y combatividad
Los problemas se multiplican, pero al menos hay democracia

La región sigue hecha un cristo y precariamente adscrita al pluralismo, pero al menos cuenta con la democracia electoral para castigar a las administraciones torpes o corruptas. No ha sido fácil. Desde la clausura de las carnicerías del Cono Sur y la pacificación centroamericana, las convulsiones han sido sucesivas. La insurgencia es imbatible en Colombia; Hugo Chávez y Lucio Gutiérrez fueron golpistas en Venezuela y Ecuador; el peruano Fujimori, un canalla; el nicaragüense Arnoldo Alemán, un caco, y suma y sigue; dos puebladas expulsaron a dos presidentes en Argentina y Bolivia; Ecuador laminó a tres; Paraguay, a otros, y las recurrentes crisis económicas fabricaron millones de nuevos pobres en una región con 225 millones de pobres, más de la mitad de su población total.

No obstante, como en el tango de Carlos Gardel, "veinte años no es nada" para reconducir una región sin crecimiento sostenido y con caudillos, cacicazgos y frágiles instituciones desde el desembarco de Colón. No obstante, los relevos a través de las urnas son un hecho; las guerrillas, un anacronismo, y las hecatombes financieras, menos frecuentes. Pero el aggiornamento de la izquierda para acceder a palacio también causa frustraciones. Se perdieron ideales políticos y combatividad "y eso me parece un error", lamentó en México el dibujante y humorista argentino Joaquín Salvador Lavado, Quino, creador de Mafalda, una niña tan preguntona y crítica como el hijo de andaluces que le dio vida. "Yo sigo creyendo en el socialismo".

La izquierda de sus amores también, pero lo atemperó para que el ex obrero metalúrgico Lula da Silva ganara la presidencia de Brasil y el Partido del Trabajo (PT) aumentara sus alcaldías, pese a perder la de Saõ Paulo; también para que el oncólogo uruguayo Tabaré Vázquez se alzara con el Gobierno, derrotando a los dos partidos históricos, de centro derecha, que administraban el país desde su nacimiento como república hace 170 años. La izquierda y el centro izquierda de Chile archivaron los dogmas y el revanchismo para no asustar al electorado, tranquilizar a los generales, instalarse en La Moneda, abatir el tutelaje militar de la Constitución y ganar las últimas municipales. La oposición derechista acortó distancias, pero ya no piensa en el atajo del cuartelazo, ni clama por la salvación de Pinochet porque el ex dictador, además de asesino, resultó ser un poco ladrón, según las denuncias. Chávez barrió en las regionales del pasado mes.

"América Latina muestra un ascenso del centroizquierda", subrayó Carlos López, analista de la consultora brasileña Santa Fe Ideias. El ascenso implica la aceptación de las reglas del mercado y reformas judiciales y fiscales que atraigan, o no espanten, la inversión, y es consecuencia del descenso de los partidos tradicionales, cuyos sucesivos fiascos prohijaron a un buen número de orates. Sin facultades ni intenciones de ejercer gobiernos de Estado, los farsantes privatizaron empresas estatales que probablemente hubieran sido salvables, y con los multimillonarios ingresos amortizaron deuda y enriquecieron a parentelas y amigos. El ecuatoriano Adbalá Bucarán fue destituido en el año 1998 con cargos de locura en el ejercicio de sus funciones.

Poco a poco, los extremos políticos y las singularidades tropicales pierden gancho en América Latina, que progresivamente se dota de anticuerpos y purgó sus Ejércitos. El centroizquierda cubre ahora el sur, donde el peronismo argentino viró hacia la izquierda con el presidente Néstor Kirchner; se instaló en Bogotá, la capital de Colombia, y se detiene en América Central, mayoritariamente conservadora; es reclamado como propio por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), que fue de todo, a conveniencia, durante sus siete decenios de hegemonía en México. "Hemos entendido que se votan propuestas que tienen el corazón a la izquierda, que ayuden a los más pobres y que caminen por el camino derecho, honesto y transparente", dijo en Managua el ex vicepresidente de Bolivia Jorge Quiroga, titular de la Unión de Partido Liberales Latinoamericanos, integrada por partidos conservadores y de centro derecha.

No hay candidato presidencial que no invoque en campaña la redención del mísero o el "rostro humano" de la economía: el crecimiento con justicia social en una zona del mundo donde la fuga de capitales rivaliza con el monto de su endeudamiento externo. La consolidación democrática de América Latina llevará tiempo porque el grueso de los políticos y empresarios son más de colmillo que de patria, y en sus sociedades aún se vitorea a los hombres providenciales. Venezuela votó siete veces seguidas por uno de ellos, Hugo Chávez, con millones de petrodólares para serlo con sus compatriotas pobres. Ecuador eligió a otro militar supuestamente de centroizquierda, Lucio Gutiérrez, medio golpista durante la sublevación que expulsó a Jamil Mahuad en 2000. Su partido, Sociedad Patriótica, apenas consiguió el 5% en las elecciones del mes pasado, y Gutiérrez afronta un juicio político por supuesta corrupción.

Lagos (Chile), a la izquierda; Toledo (Perú), en el centro, y Lula (Brasil), en la cumbre de Río.
Lagos (Chile), a la izquierda; Toledo (Perú), en el centro, y Lula (Brasil), en la cumbre de Río.EFE

Chávez busca una oposición

La impericia de la oposición venezolana, todavía anclada en la tesis de que el presidente, Hugo Chávez, acomete "una bárbara tiranía neofascista y castro-comunista de carácter continental", le condujo a una nueva derrota en las regionales del pasado mes y a una travesía a pan y agua hasta las elecciones de 2007. El Consejo Nacional Electoral reconoció el triunfo de los candidatos de Chávez en 20 de las 22 gobernaciones estatales en disputa.

Durante un cruce de correos con este corresponsal, un observador domiciliado desde hace muchos años en Caracas resumía la situación. "Por aquí todo igual. La oposición ha terminado por derrumbarse. Le va a tocar tragar arena durante varios años hasta que consiga levantar la cabeza. Chávez va a tener que hacer de Gobierno y de oposición, para tratar de evitar que el aplastante poder adquirido degenere y asfixie la revolución bolivariana". El vicepresidente, José Vicente Rangel, declaró que Venezuela necesita con urgencia "una oposición seria y democrática".

De momento, tiene un frente antigubernamental fragmentado por las ambiciones y las discrepancias estratégicas. "El 1 de noviembre, la revolución llegó para siempre y Venezuela cambió para siempre". El presidente peruano, Alejandro Toledo, de perfil socialdemócrata, también quiere cambiar su país para siempre, pero su popularidad apenas llega a los 12 puntos. Aunque el cholo en el Gobierno ha hecho bien sus deberes económicos, según las calificadoras de riesgo, las formas no gustan y el adversario introdujo la sombra de la duda sobre su probidad o la de su entorno.

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