Los líderes de la UE tienden la mano a Bush para recuperar la relación transatlántica
La cumbre logra resolver la crisis abierta por el rechazo del Parlamento a la nueva Comisión
Los líderes europeos dejaron ayer prácticamente cerrada la crisis abierta por el rechazo de la Eurocámara a la nueva Comisión, tendieron la mano a George Bush para intentar superar el peor momento del último medio siglo en las relaciones transatlánticas y siguieron con preocupación las noticias sobre el estado de Yasir Arafat. Ninguno de los tres asuntos figuraba en el orden del día de la cumbre iniciada ayer en Bruselas. Es la segunda cita de ese tipo para el presidente español, José Luis Rodríguez Zapatero, quien entregó copias de la Constitución europea en las lenguas cooficiales españolas.
La práctica resolución de la crisis en el Ejecutivo comunitario del portugués José Manuel Durão Barroso dejó satisfechos a los líderes de la Unión, que ahora confían en que la Eurocámara apoye a la nueva Comisión que ya debía haber iniciado su mandato el 1 de noviembre. Mucho más complicado se presenta para Europa rehacer la deteriorada conexión con Washington tras la reelección de George W. Bush, el líder con más apoyo electoral en la historia de Estados Unidos cuya derrota era deseada por una aplastante mayoría de europeos a la vista de los sondeos.
Fuentes oficiales repasaban ayer en Bruselas la interminable lista de litigios que han cavado la fosa entre Europa y EE UU en el primer mandato de Bush: la invasión de Irak, la treintena de guerras comerciales, las negativas de Washington a firmar el protocolo de Kioto o asumir la Corte Penal Internacional, la doctrina de ataques preventivos frente al terrorismo o las armas de destrucción masiva, el desprecio al multilateralismo reclamado por la Unión Europa...
Más pragmático que nadie, Bernard Bot, el ministro de Asuntos Exteriores de Holanda, el país que preside la Unión, señalaba ayer en Bruselas: "Tenemos que afrontar la realidad, y es que Bush ha sido reelegido".
Desde ese pragmatismo, tendían la mano a Bush para recuperar unas buenas relaciones transatlánticas desde Jacques Chirac, el presidente francés que estos años ha sostenido desde Europa el pulso más duro con el presidente Bush, hasta el primer ministro británico, Tony Blair, el más fiel aliado de Washington, pasando por Javier Solana. "Juntos, Europa y Estados Unidos se enfrentarán a muchos retos cruciales en los años venideros", enfatizaba el español.
Relación imprescindible
Antes de empezar la cumbre, Chirac confió en que el segundo mandato de Bush sea "la ocasión para reforzar la amistad franco-estadounidense". Desconfiando de que así sea, pero consciente de que los principales problemas mundiales (Irak, Irán, Afganistán, terrorismo...) sólo se resolverán si EE UU y Europa se entienden, el líder francés añadió: "Seremos incapaces de encontrar respuestas satisfactorias a los desafíos sin una fuerte alianza transatlántica". Su ministro de Asuntos Exteriores, Michel Barnier, pasó de la desconfianza a la advertencia: "Los norteamericanos no pueden construir, animar y dirigir el mundo por sí solos".
En un significativo gesto revelador, Chirac no se quedará hoy al almuerzo de los 25 líderes europeos con el primer ministro iraquí, Iyad Alaui, porque ha preferido viajar a Abu Dabi para asistir a la ceremonia fúnebre por la muerte del presidente de los Emiratos Árabes Unidos.
En el lado de los fieles a Washington, Blair dejó claro cuál debe ser el camino a seguir: "Como dirigentes, tenemos, y no sólo Bush, la responsabilidad de superar ese desafío de reconstruir la alianza entre EE UU y Europa" y "es urgente hacerlo". Es también el lado de la mayoría de los 10 países que se incorporaron el pasado mayo a la UE, o del primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, que se han alegrado por el resultado electoral estadounidense, mientras de París, Berlín, Madrid, Atenas o Bruselas salían frías felicitaciones protocolarias.
"He felicitado en nombre del Consejo al presidente Bush. Es importante reforzar los vínculos. Muchos jefes de Estado y Gobierno comentamos la importancia de tener unas buenas relaciones transatlánticas", resumió con esa frialdad el primer ministro holandés y presidente actual de la UE, Jan Peter Balkenende.
Crítico, pero prudente, Jean-Claude Juncker, el primer ministro luxemburgués, hizo hincapié en que las relaciones transatlánticas deben ser "aclaradas, es decir, mejoradas" porque "no podemos quedarnos en este status quo que navega entre la solidaridad, la amistad y el proceso de intenciones".
Pero la primera decisión diplomática estadounidense tras la reelección de Bush no parece ir en el buen camino. Washington ha reconocido el nombre oficial de "Macedonia" para la Antigua República Yugoslava de Macedonia (Fyrom en sus siglas en inglés). Grecia, con su provincia de Macedonia limítrofe con Fyrom, protestó ayer enérgicamente y exigió a la presidencia de la Unión que no se quede con los brazos cruzados. "El nombre oficial es Fyrom y, por el momento, no sabemos qué consecuencias va a tener [el gesto estadounidense]", declaró ayer Balkenende.
En Europa, esta nueva fase que se abre en las relaciones con EE UU coincide con un periodo clave para el futuro de la Unión: ha iniciado el camino para convertirse en una potencia política con una Constitución para todos los europeos y está a punto de abrir negociaciones de adhesión con Turquía, el gran país musulmán firme aliado de Washington. Bush sigue ambos procesos con lupa. El segundo, para impulsarlo, y quizás para torpedear el primero, como ha escrito el aún comisario austriaco Franz Fichsler.
Chirac: "¿Dónde dejo la cerveza?"
Las citas de líderes europeos revisten en ocasiones altas dosis de informalidad, pero no tanto como para que uno de ellos entre en la amplia y moderna sala de reuniones con una caña de cerveza en la mano derecha y un bocata en la izquierda. Así llegó, lanzado, el presidente francés, Jacques Chirac, con gran fama de glotón, hasta la puerta de la sala, donde un respetuoso funcionario le hizo una leve indicación. Le entregó caña y bocadillo, mientras entraba saludando a sus colegas con un buen trozo de pan en la boca.
El español José Luis Rodríguez Zapatero fue recibido en la sala con un caluroso abrazo del alemán Gerhard Schröder. Entre risas, el español le levantaba seis dedos en un gesto que los portavoces españoles no lograron interpretar. El luxemburgués Jean-Claude Juncker fue víctima de la precipitación. A media tarde anunció la muerte de Arafat para rectificar después y echar la culpa a los de siempre: "Me lo habían dicho los periodistas".
Pero el más esperado en Bruselas era Silvio Berlusconi, el primer ministro italiano. Todos sus colegas querían presionarle para que dijera cuanto antes el nombre del comisario italiano para sustituir al polémico Rocco Buttiglione. Fue también la primera pregunta que recibió de los periodistas en cuanto bajó de su coche: "Y también espero que me cambien a otro comisario", dijo en alusión a su deseo de que fuera eliminado el socialista húngaro Lázsló Kovács.
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