Nuevos acentos
El vicepresidente económico Pedro Solbes presentó ayer los primeros Presupuestos del Gobierno socialista. En términos consolidados, las administraciones públicas se gastarán el año próximo el 6,5% más que en 2004; y tendrán un aumento del 6,4% en ingresos no financieros sobre las cifras de este año. El superávit conjunto será del 0,1% del PIB, después de que en 2004 se haya limpiado gran parte de la herencia económica de años anteriores: deudas autonómicas, de Renfe y de RTVE.
Los Presupuestos tratan de ser consecuentes con los tres ejes prioritarios de la nueva política económica: el impulso a la productividad, la transparencia y calidad del marco regulatorio y la estabilidad. La primera es de todo punto razonable, a tenor de la terquedad con que los indicadores económicos subrayan la pobre eficiencia de nuestra economía, con uno de los más bajos ritmos de crecimiento de la productividad de toda la UE. De las servidumbres y vulnerabilidad del patrón de crecimiento dominante en los últimos años, más propio de una economía en desarrollo que de una avanzada, estamos teniendo señales más que suficientes en las pérdidas de competitividad y, en definitiva, en el saldo manifiestamente adverso de nuestras cuentas exteriores.
Apoyar la inversión en conocimiento (en I+D+i civil y en educación), desde los más bajos niveles de Europa, es absolutamente prioritario para reducir esa vulnerabilidad. En esos conceptos España gasta menos en relación al tamaño de su economía que algunos de los países que acaban de llegar a la UE y cuyas amenazas sobre algunos sectores importantes de nuestra economía también han sido suficientemente explícitas. Los aumentos de gasto decididos son significativos, pero de cuantía absoluta todavía muy limitada; más aún si tenemos en cuenta que una proporción notable de ese gasto ha sido militar. Es de esperar que no se limiten a este ejercicio inicial; también es necesario que no se limite ese gasto al realizado por las administraciones públicas, estimulando el correspondiente de las empresas privadas. La dirección es la correcta, como lo sería no limitarse al presupuesto para procurar ese despegue de la productividad.
La atención al gasto social es también una prioridad sobre la que se emite señales. Acentos nuevos y oportunos, cuya eficacia puede quedar limitada por el tercer eje de la política económica: el respeto a la ley de estabilidad presupuestaria promulgada por el anterior Gobierno. El tiempo dirá si esta restricción, la preservación del equilibrio presupuestario a ultranza, es realista para una economía que tiene una relación entre gasto público y PIB de las más bajas de la UE.
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