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52º FESTIVAL DE CINE DE SAN SEBASTIÁN

Un galardón excesivo en Zabaltegi

Los 90.000 euros que premian a la mejor película de un director novel han ido a parar este año a la francesa Lucile Hadzihalilovic por Innocence, una tan esteticista como pretenciosa adaptación de la novela de Franz Wedekind Mime haha o La educación corporal de las niñas, que no entraba para nada en las quinielas que a pie de pantalla hicieron estos días los críticos que seguían la sección Zabaltegui / Nuevos directores, y que se antoja un premio desmesurado para las escasas virtudes de la película. Igualmente, el jurado otorgó una mención a Karpuz Kabugundan Gemiler Yapmak, del turco Ahmet Uluçay, una modesta producción que constituye un homenaje al cine a través de las peripecias de dos muchachos campesinos que sueñan con convertirse, en la Anatolia de los años sesenta, nada menos que en directores de cine. Su humor y "la frescura con que se aproxima al lenguaje del cine" son las virtudes que se señalan en la explicación del palmarés, virtudes que quien esto firma no discutirá en ningún caso.

Es bien sabido que los premios no los entregan en los festivales más que jurados elegidos para la ocasión por los responsables de cada certamen. Y es bien sabido, igualmente, que cada miembro de un jurado comparte en realidad muy poco con sus homólogos, de ahí estas sorpresas que forman parte del juego que todo festival propicia, y si sus decisiones son peculiares, pues se protestan -toda una costumbre en Donostia-, y hasta el año próximo.

Más confianza merece a la gente de la industria el premio del público, entre otras cosas porque lo deciden los mismos que han pagado su entrada para asistir a la proyección y porque, como ocurre con mucha más frecuencia que con las decisiones de los jurados, en ocasiones señalan un posible rumbo comercial de cara a la platea. En esta ocasión, el premio del público, dotado con 30.000 euros para el distribuidor español, recayó en Diarios de motocicleta, del brasileño Walter Salles, una sensata y cuidadosa adaptación de las Notas de viaje que el joven Ernesto Guevara fue escribiendo a lo largo de su periplo, en 1952, por buena parte de América del Sur, tan importante para su posterior toma de postura ideológica, e inspirada, igualmente, en el libro de Alberto Granado Con el Ché por Sudamérica, que se impuso desde el primer momento a todas sus competidoras.

Por su parte, el premio al mejor guión, también para películas de jóvenes realizadores, recayó en Marc Gautrón y Fanta Régina Nacro por el libreto de La nuit de la verité, dirigida por esta última, en una decisión que parece por lo menos tan exagerada como la que premió las supuestas virtudes de Innocence.

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