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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Secreto a voces

Que el Ebro era el basurero de la empresa Erkimia de Flix es sabido desde tiempo inmemorial. La centenaria empresa se ampara en su respeto a las normas, o a la ausencia de ellas, para defender la legalidad de sus vertidos en el río. Entre los vecinos, cuya economía depende casi en exclusiva de este centro químico, poner en cuestión la fábrica es poner en peligro su propia supervivencia económica. Los grupos ecologistas colocan esta zona en su cartografía de puntos negros.

La Generalitat de Cataluña encargó en 1996 un primer informe sobre las toneladas de desechos tóxicos que alberga el Ebro a su paso por Flix, en Tarragona. Al menos desde esa fecha las autoridades disponían de algo más que de un conocimiento difuso sobre el caso. En 2003, la Generalitat recibió otro segundo informe en el que se cuantificaba la dimensión de este gran vertedero en el que se mezclan metales pesados y residuos radiactivos. Una montaña que puede cobijar 360.000 toneladas de material heterogéneo, con distinto grado de peligrosidad. El consejero de Medio Ambiente del Gobierno tripartito catalán acudió a su colega del Gabinete popular sin resultados conocidos. La nueva ministra socialista, Cristina Narbona, decidió dotar una partida de 104 millones de euros para hallar una solución.

El anterior Gobierno de CiU ha explicado ahora que decidió aumentar los controles sanitarios en la zona, que no dieron cifras alarmantes, y acusa al PP de no reaccionar a tiempo. Pero los Ejecutivos de Pujol hurtaron la información a la ciudadanía. El nuevo Gobierno catalán se movió en los pasillos, pero tampoco ha justificado por qué también ha callado.

La solución técnica no es fácil. Este lamentable episodio demuestra que la indulgencia medioambiental para preservar supuestamente el tejido industrial se termina pagando más caro. Las administraciones no sólo deben incrementar la vigilancia preventiva, sino replicar con contundencia. Hace pocos días se hundió en aguas de Turquía, donde llevaba anclado tres años, un barco cargado de cenizas tóxicas de térmicas españolas. Tampoco las autoridades reaccionaron hasta que el riesgo se convirtió en catástrofe.

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