Horarios no resueltos
El Gobierno de Zapatero, en una de sus primeras decisiones, acaba de perder una gran oportunidad de defender el interés de los consumidores y proteger de verdad al pequeño comercio. El proyecto de Ley de Horarios Comerciales, aprobado ayer por el Consejo de Ministros y que se remitirá a las Cortes por la vía de urgencia, no resuelve nada. Formalmente son 12 festivos de apertura comercial los contemplados, pero permite a las comunidades autónomas bajarlos hasta ocho, o aumentarlos. La eterna tensión entre grandes superficies y pequeños comercios se traslada plenamente a las autonomías.
Las distintas concepciones al respecto del vicepresidente Pedro Solbes, más amplias, y del ministro de Industria y Comercio, José Montilla, más limitadas, no sólo han impedido imponer la libertad total de horarios comerciales, sino conjugar los intereses de todos los agentes del sector. Las discrepancias entre el gran y el pequeño comercio, y entre consumidores y sindicatos, siguen siendo ahora las mismas que en 2000, cuando el decreto Rato, y que en 1996. Esta división quedó patente recientemente en el Consejo Económico y Social (CES), que no logró emitir el dictamen que el Gobierno le había solicitado.
Las diferencias deben resolverse mediante un debate y una negociación públicos y transparentes entre todas las partes, incluidas las distintas administraciones y las asociaciones de consumidores. Las supuestamente catastróficas consecuencias sobre el empleo que, según la patronal de las grandes superficies, Anged, tendrá la reducción de horarios no se sustentan en estudios serios. Pero no les falta razón cuando esgrimen que con mayor libertad de horarios los consumidores -entre los que se cuentan muchos hombres y mujeres que no tienen tiempo de comprar mientras trabajan- podrán realizar sus compras con mayor comodidad.
La respuesta de las organizaciones que defienden al pequeño comercio, y que hasta ahora han logrado convencer a los Gobiernos -del PSOE y del PP- de la amenaza que ejercen los híper para su supervivencia, no debería limitarse a una oposición frontal a la apertura en domingos. Es cierto que los pequeños comercios contribuyen a articular y a fortalecer la convivencia en los barrios, pero si de verdad se quiere protegerlo, articúlese un plan de reforma para aumentar su competitividad, en lugar de trasladar el problema a los consumidores. No es ése el camino a la modernización.
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