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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Al borde del choque

Que el petróleo es uno de los principales factores de riesgo para la economía mundial no es una información nueva. Desde junio de este año su coste se ha venido disparando y en los últimos días se ha convertido en un motivo de alarma. Ayer, el barril de brent, que es el crudo de referencia, marcó el máximo de los últimos 14 años (40,99 dólares) y avivó los temores de un nuevo frenazo al crecimiento europeo expresados por el ministro de Economía alemán. Tan grave debió parecer el encarecimiento del petróleo que la OPEP, el cartel que controla el 40% de la producción mundial y el 80% de las reservas, anunció un aumento de un millón de barriles diarios (sin contar la producción de Irak) como amistosa contribución a la recuperación de las economías occidentales.

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La explosión del precio responde a los efectos unidos de varias circunstancias desfavorables. La más importante, sin duda, es el crecimiento de la demanda mundial, exigido por el despertar de grandes economías emergentes, como China e India, y la recuperación de la economía estadounidense. Éste es en realidad el factor estructural nuevo que infunde temor en los agentes económicos. Pero hay otros factores que exacerban la inquietud. Por ejemplo, la incapacidad política para resolver los problemas de terrorismo e inestabilidad política en Oriente Medio, especialmente en Irak. Los mercados entienden hoy que no hay solución política en Irak a corto plazo; si creyeran que la normalidad está próxima en el país árabe, el barril sería entre 5 y 7 dólares más barato, según los análisis más moderados.

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El quite de la OPEP contribuirá sin duda a templar los ánimos. Pero lo cierto es que las economías occidentales han estado demasiado tiempo expuestas a precios medios del crudo superiores a los 30 dólares. Las consecuencias son de manual: más inflación -basta comprobar la evolución del IPC en España- y menos crecimiento. El antídoto, duro de aplicar, se conoce bien y se llama mejora de la eficiencia energética. Éste sería el momento oportuno de desarrollar nuevos planes de ahorro energético y de mejora de la eficiencia empresarial; aunque sean impopulares.

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