Los medios públicos de información en Cataluña
Creo que sería un error que en una sociedad democrática las prioridades y los contenidos de los servicios públicos fueran definidos y decididos primordialmente por los profesionales que trabajan en tales servicios. No sería aconsejable, por ejemplo, que la política educativa de Cataluña fuera decidida principalmente por los maestros; aunque, naturalmente, éstos tendrían que ser consultados en el diseño de tales políticas. Tales políticas educativas tienen que ser definidas por la ciudadanía a través de sus representantes políticos. De ahí que tampoco consideraría democrático que la política de los medios públicos de información (que son también de persuasión) de la Generalitat estuviera primordialmente dirigida por los propios profesionales de la información, como algunas voces influyentes están sugiriendo hoy en nuestro país. De hacerse así, estas políticas, además de favorecer un corporativismo antidemocrático, reproducirían y mantendrían en los medios públicos de información de la Generalitat (tales como TV-3, el 33 y Catalunya Ràdio) una estructura profesional que fue establecida por una fuerza política que dominó aquellos medios durante 23 años sin tener la sensibilidad democrática que facilitara una pluralidad ideológica en ellos. Tales medios fueron claves, por ejemplo, para reproducir la percepción tan errónea y tan generalizada en nuestro país de que "España va bien y Cataluña va incluso mejor". Cuando 14 expertos del Estado de bienestar de Cataluña documentaron en las Jornades sobre l'Estat del Benestar a Catalunya (en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo) en el mes de julio del año pasado la falsedad de tal percepción, los medios públicos de información de la Generalitat no permitieron una discusión o debate sobre tales trabajos. Excepto una noticia y un breve reportaje, hubo un silencio total.
Existe un excesivo continuismo en los medios públicos que dificulta el reflejo de la pluralidad ideológica del país
El nuevo Gobierno de la Generalitat ha introducido cambios importantes en la dirección de tales medios, pero todavía existe un excesivo continuismo en ellos, que dificulta que la cultura mediática refleje la pluralidad ideológica del país, incluida la de la mayoría que nos representa. El programa El matí de Catalunya Ràdio, de Antoni Bassas, por ejemplo, continúa con una notoria falta de diversidad; es cierto que ha habido un cambio dentro del espectro nacionalista, incluyéndose un número mayor de nacionalistas de izquierda (lo cual significa una mejora), pero no ha habido un aumento de pluralidad incrementando posiciones de izquierda no nacionalista, lo cual no significa que éstas no aparezcan, sino que son numéricamente inferiores a lo que deberían por su presencia en la vida política del país. Soy consciente de que las encuestas revelan una evaluación favorable de tales medios, la cual se presenta como muestra de su calidad o actitud democrática. Ahora bien, con los medios públicos de la Generalitat ocurre como con la Monarquía: lo sorprendente sería que ésta no fuera popular, puesto que las voces críticas de tal institución apenas tienen visibilidad mediática en nuestro país. Muy pocas voces críticas de tales medios aparecen en los medios radiofónicos y televisivos públicos.
Quisiera subrayar que mi crítica a tales medios no es que reprodujeran en el pasado una visión nacionalista conservadora (que reflejaba la postura mayoritaria del Parlament durante 23 años), sino la exclusión abusiva y la manipulación de otras posturas ideológicas representadas en el Parlament. Hoy, los medios públicos de información de la Generalitat tendrían que facilitar la expresión de esta pluralidad con una mayoría de izquierdas, colaborando por lo tanto en establecer una cultura de izquierdas, facilitando la existencia de una auténtica pluralidad ideológica, que represente la nueva mayoría del Parlament. Asegurando que todas las posturas ideológicas se presenten en tales medios, las mayoritarias deberían ser las existentes en nuestro Parlament. Esto no está ocurriendo. Tanto en la frecuencia con que ciertas posiciones se presentan como en las temáticas cubiertas, los cambios en tales medios han sido muy lentos, de modo que carecen todavía de la pluralidad exigible en nuestra democracia. Lo dicho anteriormente no significa que debería existir una instrumentalización política de tales medios de información (como ocurrió en la época convergente y como maliciosamente se interpretará lo que estoy sugiriendo), sino que tales medios deberían tener la sensibilidad suficiente para diversificar el contenido programático, incluyendo además del contenido catalanista (que es muy mayoritario) la temática de izquierdas, que está muy escasamente desarrollada en ellos. Con contadísimas excepciones, no ha habido, por ejemplo, un intento serio de recuperar la memoria histórica, recuperación que debería centrarse menos en las grandes figuras históricas y más en las enormes luchas que la gente normal y corriente realizó durante 70 años para que hoy sean las izquierdas las fuerzas mayoritarias en Cataluña. En este aspecto es criticable también que la política cultural y mediática del nuevo Gobierno esté enfatizando un mensaje primordialmente catalanista con escaso contenido de izquierdas, como también lo es que los medios públicos de persuasión continúen reproduciendo propaganda religiosa con celebración de ceremonias sin haber presentado nunca documentos que muestren el protagonismo que la Iglesia católica (incluida la catalana) tuvo al dirigir la represión franquista contra los maestros que establecieron la escuela pública durante la República. La mayoría del pueblo catalán ha votado por un cambio que no se ha visto todavía suficientemente en nuestros medios de información.
Vicenç Navarro es catedrático de Políticas Públicas. de la UPF.
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