Privilegiado mensajero de un arte único
Mi amistad con Paco de Lucía es de esas que se renuevan periódicamente, desde nuestra colaboración en las películas en donde él ha participado y yo dirigido: Carmen, Sevillanas o Flamenco, hasta en encuentros vertiginosos y ocasionales especialmente en los aeropuertos, donde el azar enlaza de manera misteriosa nuestros destinos. Hasta el punto es así que siempre espero encontrarme con él precisamente en la sala de espera de un aeropuerto: Tokio, México, Nueva York, o Madrid...
Cuando el encuentro se produce es Paco amistoso y cordial, y permanecen en el tiempo el brillo de sus ojos de miel y la generosa sonrisa que le llena la cara. Esos encuentros rápidos entre los que se van y vienen sirven para recordarme que Paco pertenece, como Antonio Gades o Manolo Sanlúcar, como Cristina Hoyos, Sara Baras o Aída Gómez, entre otros grandes artistas del flamenco, al mundo de los elegidos, y que Paco de Lucía con su guitarra, compañera de formas femeninas, a la que hay que seducir, acariciar y amar, recorre el mundo como privilegiado mensajero de un arte único, haciendo que el flamenco sea más ancho y creativo, renovándolo con aromas caribeños o con sus esporádicas incursiones en el mundo del jazz.
No puedo olvidar el día en que Paco de Lucía apareció en mi película Carmen. De mi libro Flamenco extraigo el siguiente párrafo: "¡Qué aparente facilidad cuando sus dedos corretean por la guitarra!". Un payo que aprendió a tocar entre gitanos. Le recuerdo improvisando un fragmento de la ópera Carmen que tenía poco de flamenco, y del que él hizo una creación. ¿Qué te parece, Carlos?, me preguntó al terminar. Me quedé tan sorprendido que sólo pude contestar que continuara por ese camino. ¿Qué otra cosa podía decirle? ¿Cómo lo hace? ¿De dónde ha sacado ese talento que ha desbordado fronteras?
Todos estamos de acuerdo en que Paco de Lucía es el responsable del progreso que la guitarra flamenca ha experimentado en los últimos tiempos, sea por la forma de tocar, sea por la perfección y precisión, y sobre todo por la heterodoxia de muchas de sus interpretaciones que han aportado al flamenco una nueva savia y una riqueza tonal y rítmica hasta entonces desconocida en el mundo del flamenco. Por eso este premio tan merecido viene a reforzar mi creencia de que el flamenco se expande de manera imparable por el ámbito nacional, y que al fin se premia a uno de los artistas que mejor lo representa. Este país, tan receloso a la hora de premiar a sus verdaderos artistas, hace justicia a un arte que interesa aquí y allá, como he podido constatar en mis viajes al extranjero. Es fuera de España donde cualquiera se puede dar cuenta de que el flamenco nos representa y es sin duda la más conocida de nuestras manifestaciones artísticas y a la que sin duda habría que ayudar y promocionar más de lo que se hace.
Babelia
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