La herencia de Bretton Woods
Entre el 1 y el 21 de julio de 1944, delegados de más de 40 países se reunieron en el hotel Mount Washington -cuya dirección postal era Bretton Woods, New Hampshire- para lanzar las instituciones internacionales que regularían el mundo de la inmediata pos-guerra: el Fondo Monetario Internacional y el Banco de Reconstrucción y Desarrollo, más conocido por el Banco Mundial. El aislamiento político y económico que en aquellos momento padecían los españoles inevitablemente supuso que lo único español de aquella reunión fuese el estilo renacimiento hispano del hotel. Mañana lunes, en la sede del Banco de España, un español, actuando como director gerente del FMI, solemnemente inaugurará la conferencia internacional Dólares, deuda, deficit: 60 años después de Bretton Woods. Quizás 20 años no sean nada, pero 60 son un mundo.
En el FMI, al igual que en Irak o en la Organización Mundial de Comercio, lo peor es hacer cosas moral y racionalmente reprobables
Un reciente trabajo de James M. Boughton listaba los diez acontecimientos internacionales -entre ellos, la gran depresión, la guerra fría y la de Vietnam, la crisis de la deuda internacional y el colapso del comunismo- y las diez ideas -entre ellas el enfoque monetario de la balanza de pagos, el modelo de economía abierta, los tipos de cambio flotantes, la economía de oferta y el consenso de Washington-, que habían configurado, primero, y condicionado, después, la evolución de la institución multilateral que más impacto ha tenido en la configuración de la economía mundial.
Uno de los debates sempiternos en el seno de la institución ha sido el tamaño de las cuotas y, por ende, la distribución del poder de voto. Asomarse a las transcripciones de los debates mantenidos en aquel verano de 1944 ayuda mucho a entender el porqué de la exotérica formula presuntamente utilizada para estimar la contribución de cada país. "La cuota de Estados Unidos no puede ser superior a los 2.750 millones de dólares; la del Imperio Británico tiene que ser la mitad; la Unión Soviética debe ser el tercer socio y contribuir con una cuota ligeramente menor a la británica, y China debe ser el cuarto socio, siempre por detrás de la URRS". Con todas esas restricciones, la probabilidad de tener que ponderar las tenencias de oro y reservas el doble que el PIB, y de que la variable con mayor peso fuera la variabilidad de las exportaciones, eran elevadas aunque no constituyan un prodigio de racionalidad económica. Acuérdense ustedes de la "polinómica" del IRPF.
Con todo, lo más fascinante del relato histórico era la irreductible convicción de los países líderes de aquel mundo en que éste jamás podría cambiar hasta el punto de que la aplicación de su "formula" condujera al socavamiento de su control de la institución. Y exactamente eso es lo que hubiese pasado si las cuotas hoy realmente reflejasen el cambio, el despegue de algunos emergentes que ha traído la economía global. China e India, que conjuntamente suponen el 16% del PIB mundial (corregido por paridad de compra), tienen una cuota del 8,7%, mientras que los países pequeños y medianos del centro y norte de Europa, que sólo suponen ya el 3% del PIB mundial, tienen una cuota del 16,9%.
En el FMI, al igual que en Irak o en la Organización Mundial de Comercio, lo peor es hacer cosas moral y racionalmente reprobables. Perpetrarlas enseñoreándose en la impunidad no es edificante. Y tratar de gobernar una institución tan importante como el FMI con prácticas que pueden sugerir discrecionalidad y falta de transparencia esperemos que no presagien lo peor. Que antes del desastre, a alguien se le ocurra que hay que mejorar drásticamente su gobierno corporativo. No es ya que los países desarrollados -que sólo representan el 45% de la economía mundial- estén sobre-representados, sino que el divorcio entre poder de voto y tamaño de la economía y, sobre todo, la ampliación de 2 a 53 del número de temas para los que es exigible una mayoría reforzada -un "detalle" que otorga a los países del G-7 el poder de veto en prácticamente todos los asuntos relevantes- sugieren que en la institución se han comenzado a quebrar consensos básicos. Y esta vez las discrepancias no son sobre reglas contables, modelos económicos o la eficacia relativa de los instrumentos de política económica. Hay un debate político... que sería mejor encararlo hoy que dejarlo para cuando una de las siete economías más grandes del mundo, cuatro -China, India, Brasil y México-, sean países emergentes.
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