"Soy un cazador de historias"
Historias vividas o escuchadas. El escritor Eduardo Galeano (Montevideo, 1940) traza un recorrido por todo lo humano en Bocas del tiempo (Siglo XXI de España Editores), un libro que recoge 333 relatos breves arrancados directamente de la realidad. "La tierra, la infancia, el amor, la lluvia o la guerra. Todo está ahí. Salgo a la calle cada día con mis oídos y ojos bien limpios para oír las voces secretas y descubrir los colores escondidos. Soy un cazador de historias, un escuchador de voces", dice el autor de la trilogía Memoria del fuego.
Aunque parezcan redactados de un plumazo, en sus cuentos no hay nada improvisado. "Llevo muchos años trabajando con este lenguaje conciso. Me permite expresar la grandeza de las cosas chiquitas y la mezquindad de lo grande. Es una buena forma para revelar el universo desde el ojo de la cerradura", explica. Detrás de ese laconismo se esconde una postura estética muy premeditada y un anhelo de rehuir los corsés de los géneros literarios clásicos. "Persigo las palabras que merecen existir. Hay palabras que resplandecen con luz propia en medio del silencio y que iluminan el misterio de lo que se cuenta. Nunca me han gustado las etiquetas. Por eso, practico todos los géneros y ninguno. Busco siempre la síntesis, ejerciendo el arte del contrabando en la frontera de los géneros". Poemas en prosa, reseñas biográficas, anécdotas históricas de épocas dispares o piezas propias del reporterismo son algunos ejemplos de la variedad de estilos que maneja el escritor.
"Somos un instantito nada más en la memoria del tiempo"
Bocas del tiempo arranca con una definición del hombre -"de tiempo somos"-, que vaga como una sombra por toda la obra. "El tiempo, que no cree en relojes ni almanaques, me dio permiso para jugar con él. Somos hijos de los días y estamos hechos de tiempo. El fotógrafo Sebastião Salgado hizo miles de retratos a emigrantes, esos náufragos de la globalización. Al final, eligió trescientas imágenes como resumen de una de las grandes desventuras de nuestros días. Sólo fue necesario que entrara un segundo de luz en la cámara para hacer tantas fotografías. Todas ellas caben en un solo segundo. Somos un instantito nada más en la memoria del tiempo", afirma. Y añade: "La poeta neoyorquina Muriel Rukeyser escribió algo que me gusta mucho. Ella decía que el mundo está hecho de historias, no de átomos. Así, son las historias las que dicen el mundo, y éste nace del tiempo".
El autor de Los días siguientes renueva en su libro más reciente el compromiso con los desfavorecidos, con aquéllos a los que nadie presta atención. "Mis amigos de la Teología de la Liberación están equivocados en una cosa. Ellos dicen que son la voz de los que no tienen voz. Eso es un error, todos tenemos voz. Lo que ocurre es que la gran mayoría de personas está silenciada. No pueden expresarse porque los poderosos ejercen un monopolio sobre la palabra. Me da mucho placer recuperar las voces que son despreciadas".
Junto a los marginados, otra protagonista del libro es la naturaleza, maltratada por los hombres. "A Dios se le olvidó enunciar un mandamiento sobre la obligación de amar a la naturaleza de la que formamos parte. Se entiende que estaba ocupadísimo en otras cosas", bromea. No es ése el único reproche que Galeano lanza al Dios severo del catolicismo, en cuya labor creadora echa de menos una pizca de sentido del humor.
Babelia
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