Héroes y heroínas de nuestro tiempo
Una de las ventajas de que exista un personaje como Tarantino es la de que, a poco que se fije uno en él y su mundo, se puede comprender de golpe todo lo que significa "la cultura audiovisual". Este hijo de madre soltera de 41 años de edad, nacido en un pueblo de Tennessee, la América profunda a la que tanto halaga el presidente Bush -y de la que tanto depende para su reelección-, se ha convertido en uno de los dueños del cine mundial.
Cuatro largometrajes como director y guionista (Reservoir Dogs, Pulp Fiction, Jackie Brown y Kill Bill, subdividida en dos partes por exigencias de la distribuidora), un extraordinario y sarcástico sketch de su producción Four Rooms (The man from Hollywood), dos guiones realizados por Tony Scott (Amor a quemarropa) y Oliver Stone (Asesinos natos), y algunas producciones ejecutivas, son el bagaje de quien gusta de calificarse a sí mismo como "un vago".
Este autodidacta que dejó los estudios a los 17 años, que trabajó en un videoclub que acabó reconvirtiendo en una escuela de cine para amigos íntimos, que pasó su infancia y adolescencia en un barrio del sur de Los Ángeles en el que el mestizaje racial, étnico y cultural ni se estudiaba ni se debatía, simplemente se vivía; admirador de su madre -de un mísero pueblo sureño y con un hijo natural a importante ejecutiva angelina por su fuerza de voluntad- y, consiguientemente, de la mujer a la que no duda en calificar de "la auténtica heroína de la sociedad", ejemplifica en su vida y obra el cuento de la lechera de los tiempos catódicos con feliz final.
Probablemente una de las características de los nuevos héroes de nuestro tiempo sea la de la impudicia. Tarantino no siente mala conciencia por casi nada, ni siquiera por explicar que eligió llamarse así en homenaje a Quint, un herrero mestizo interpretado por Burt Reynolds en una serie de televisión de su infancia, Gunsmoke. Siempre reivindicó los subgéneros cinematográficos, como los filmes de artes marciales, con la misma desfachatez con la que deslumbró a la crítica mundial con su primer largometraje, Reservoir Dogs, un alarde de diálogos en un filme sobre un atraco en el que nunca se ve el atraco, y que estaba dispuesto a rodar en un único decorado y en 16 mm hasta que su correspondiente hada madrina leyó el guión, se lo pasó a Harvey Keitel y se convirtió en lo que es: un lujo arropado por Keitel, Michael Madsen, Steve Buscemi, Tim Roth, Lawrence Tierney y el propio realizador.
Un espléndido impúdico capaz de ofrecer a sus millones de espectadores un filme en el que mezcla imágenes de kung fu con una estructura narrativa de spaghetti-western, un toque de cine francés y algún guiño a su amigo Almodóvar mientras se escucha Tu mirar, de Lole y Manuel. Ni más ni menos, ni menos ni más.
Babelia
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