Los detenidos compraron 100 tarjetas telefónicas 15 días antes de los atentados
Una de las tarjetas fue recuperada en la bomba que desactivó la policía
Los detenidos por los atentados del 11-M compraron 100 tarjetas telefónicas prepago de Amena sólo 15 días antes de la masacre. Los acusados las encargaron en un distribuidor de Alcorcón, una localidad de 167.000 habitantes al sur de la capital. La policía ha llegado a esta pista gracias a que una de las mochilas bomba -activada mediante la alarma de un teléfono- no explosionó. Así pudo recuperar el artefacto, que iba a explotar en el tren de la estación de El Pozo del Tío Raimundo, y una tarjeta que pertenece a esta partida. Según el distribuidor, vendía tarjetas a los detenidos desde hace dos años.
El distribuidor de Alcorcón, cuyo dueño prefiere mantener en el anonimato tanto su nombre como el de su comercio, comenzó a trabajar con tres de los detenidos (los marroquíes Jamal Zougam, Mohamed Bekkali y Mohamed Cahoui) desde hacía dos años, a través del locutorio Nuevo Siglo que regentaban los arrestados en el barrio de Lavapiés (Madrid). "Me llamaban por teléfono y me pedían las tarjetas que necesitaban. Eran muy amables y siempre pagaban de forma regular y sin problemas", explica el dueño de la tienda de telefonía de Alcorcón.
Una de las tarjetas que vendió este distribuidor fue hallada en un teléfono existente dentro de una bolsa de deportes que había sido introducida en el tren atacado en el Pozo del Tío Raimundo. En un principio fue recuperada prácticamente intacta y se pensó que se trataba de un objeto personal de alguna víctima, por lo que fue trasladada por la policía hasta la comisaría de Puente de Vallecas.
A las 19.40 del 11-M, sonó la alarma del teléfono, por lo que el agente que la custodiaba la abrió. Entonces se descubrió que era un artefacto explosivo. Fue desactivada por los artificieros, lo que permitió recuperar intactos el teléfono móvil usado como temporizador del artefacto, los detonadores y la dinamita empleada. El terrorista supuestamente se equivocó al fijar la hora, y puso las 7.40 pm (posmeridiam, o de la tarde) en lugar de las 7.40 am (antemeridian, o de la mañana), cuando se produjeron las explosiones.
Consulta a los archivos
La última compra por parte de los dueños del locutorio del barrio de Lavapiés se produjo el pasado 25 de febrero, justo 15 días antes de que se produjera la masacre en los cuatro trenes de cercanías, en los que en conjunto viajaban 4.500 personas. "El viernes por la tarde vinieron dos agentes de policía y nos preguntaron si habíamos vendido una tarjeta de prepago de Amena. Miramos nuestros archivos y comprobamos que esa tarjeta había sido distribuida a Jamal Zougan", asegura el dueño del local.
Fuentes policiales indicaron que, inicialmente, este comerciante "no fue muy colaborador", pero que se decidió a prestar ayuda ante la envergadura de la acusación que hubiera podido recaer sobre él.
Al día siguiente, los dueños de este distribuidor de Alcorcón acudieron a la sede Comisaría General de Información, que investiga el caso, en el complejo policial del barrio de Canillas (Madrid). Allí, facilitaron a los investigadores todos los albaranes y documentación que demostraban que los empresarios de Alcorcón no habían tenido ninguna vinculación con los atentados del 11-M.
Tras prestar declaración durante unas tres horas como testigos del caso, fueron puestos en libertad sin más y pudieron regresar a su domicilio. "Sabemos que hay dos indios detenidos. Nosotros somos de origen hindú como ellos, pero no tenemos nada que ver en este caso. Da la casualidad de que hemos vendido una tarjeta en concreto que fue utilizada en un atentado y que se pudo recuperar porque no estalló", añade la esposa del comerciante. El matrimonio lleva viviendo en España desde hace más de 30 años. Goza de la nacionalidad española (su hijo, de 20 años, nació en el hospital Clínico de la capital) y regenta varios establecimientos comerciales relacionados con la telefonía.
"Cuando nos dijeron que los detenidos eran Jamal Zougam y sus socios, no nos lo podíamos creer. Era muy buena gente, muy amables y respetuosos. Tenían mucha clientela por la cantidad de inmigrantes y turistas que viven y pasan por Lavapiés", añadió el comerciante alcorconero.
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