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MATANZA EN MADRID | Las claves de la investigación

"La bomba que hallé en un tren llevaba un teléfono antiguo", señala un policía

F. Javier Barroso

Un bulto sospechoso negro se convirtió en la peor pesadilla de la corta carrera profesional del policía municipal de Madrid Jacobo Barrero Cobos, de 27 años. Este agente, que sólo lleva nueve meses de servicio, fue el que encontró una mochila-bomba el pasado 11-M en el tren atacado en el Pozo del Tío Raimundo. Con gran sangre fría y un grave riesgo para su persona alejó la bomba y la colocó tras una papelera de la estación.

Barrero entró con otro compañero a revisar los vagones que habían quedado intactos tras las explosiones, tras preguntárselo a un agente del Cuerpo Nacional de Policía. La mochila estaba perfectamente colocada en la parte baja de un vagón de dos pisos. Se hallaba bajo un asiento, junto a una ventanilla. A pesar de que "intuía que podría tratarse de otra bomba", el agente abrió la mochila. "El corazón me iba a cien por hora en esos momentos. Actúe con mucho cuidado y con mucho miedo", confiesa el policía.

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La bolsa de color negro era bastante pesada -"unos 10 kilos, calculo"-. Una tartera con la tapa de color anaranjada era la parte más voluminosa. De este recipiente salían dos cables de color rojo y negro, que estaban conectados con un teléfono móvil "bastante antiguo". "No pude fijarme ni en la marca. Me entró un gran temor. Cogí la mochila, me bajé del tren por la parte contraria a la que estaban los heridos, y me alejé unos metros. Si no había explosionado ya, era muy difícil que lo hiciera entonces", explica Barrero.

El agente avisó a un compañero del Cuerpo Nacional de Policía. Ante la gravedad de la situación, fue desalojada la estación del Pozo del Tío Raimundo. "Se vieron momentos muy malos. Tuve que coger en brazos a una chica que iba con muletas porque la pobre iba muy despacio", explica Barrero. Su compañero fue aún más lejos y sacó una ambulancia UVI móvil de la zona acordonada

. Los técnicos en desactivación de explosivos (Tedax) tardaron una hora en explosionar la mochila-bomba de forma controlada.

Al día siguiente (el viernes 12) acudió a la estación para cerciorarse de que la mochilla que él había hallado era realmente una bomba. Un pequeño cráter y las baldosas levantadas junto a la papelera se lo confirmaron. "Sólo tengo ganas de volver a la normalidad y olvidar este terrible suceso. Cada día duermo peor", explica el policía.

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Sobre la firma

F. Javier Barroso
Es redactor de la sección de Madrid de EL PAÍS, a la que llegó en 1994. También ha colaborado en la SER y en Onda Madrid. Ha sido tertuliano en TVE, Telemadrid y Cuatro, entre otros medios. Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, está especializado en Sucesos y Tribunales. Además, es abogado y criminólogo.

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