Un joven director turco-alemán eclipsa al gran Angelopoulos
Fatih Akin cuenta en 'Head-On' una dura tragedia de amor teñida de humor alegre, recibida con una gran ovación
El anterior director de este festival, el suizo Moritz de Hadeln, solía marginar el cine alemán, y ello debió contribuir a que perdiera el puesto. El nuevo director, por el contrario, lo mima.
Tras el fracaso de Y la noche canta, que incluso ha motivado un violento rifirrafe entre el director y la prensa alemana, Head-On era esperada como agua de mayo. Su director, el treintañero Fatih Akin, hijo de turcos inmigrantes, tiene fama de ser un renovador del cine alemán. Además, fue jurado de este festival hace tres años.
Las expectativas ante Head-On no se vieron defraudadas a juzgar por la ovación de varios minutos con que el director y sus actores fueron recibidos en la rueda de prensa. La película, en efecto, es viva, dura, inteligente, con un difícil equilibrio entre el humor y la tragedia, aunque quizá en otra competición de mayor altura no hubiese logrado tal protagonismo. Hasta el momento ha sido una de las películas más firmemente aplaudidas, y no sería extraño que el jurado la tuviera en cuenta.
Situada en los sórdidos ambientes de un Hamburgo portuario, narra el encuentro entre un joven turco alcoholizado y una muchacha que ha intentado quitarse la vida al sentirse incapaz de soportar la presión de su familia, anclada en el islamismo. Ella le pide que se casen para así ser libre, y él acepta sin que les una al principio ningún sentimiento de amor. Si es difícil e injusto tratar de resumir cualquier película por su argumento, en el caso de Head-On lo es aún más dado que la tragedia de amor en que desemboca la relación de estos personajes está teñida de un humor paradójicamente alegre. Esa es la habilidad de Fatih Akin: convertir un mundo marginal, bronco, sucio y peligroso en una hermosa y nada tópica historia de amor, plasmando a la vez la forma de vida de diversos personajes, algunos de ellos desclasados, y ofreciendo un panorama, igualmente duro, del Estambul de nuestros días. Y todo ello con buena música de ambas culturas.
El festival se ha reservado para la recta final las películas más esperadas. Junto a Head-On, se ha programado en el mismo día la primera parte de la trilogía que el griego Theo Angelopoulos quiere filmar sobre la historia de su país durante el pasado siglo. La primera entrega, Helena, que en inglés titulan The weeping meadow, tiene una duración de tres horas que no le alcanzan al famoso autor para narrar cuanto desea. Y es que Angelopoulos, como es sabido, se toma su tiempo. Cada plano secuencia de esta primera entrega es parsimonioso, delicado, exquisito en su composición, bellísimo, en definitiva, pero el seguimiento de la trama es arduo, e incluso llega a hacerse confuso, o al menos críptico.
Angelopoulos es un autor de personalidad irrepetible. Desde la mítica El viaje de los comediantes en 1975, ha permanecido fiel a su estilo, deslumbrando a muchos con títulos como Viaje a Citera, El apicultor, La mirada de Ulises o La eternidad y un día, y obteniendo en ocasiones los premios máximos de los festivales. Pero no es un autor fácil. A partir de la primera hora de proyección de esta Helena, muchos espectadores del festival fueron abandonando discretamente la sala. Es una opción legítima, pero se perdieron al dejarse llevar por la plácida belleza de sus imágenes, lo que podía convertirse en placer.
El jurado no lo va a tener fácil, ya que ninguna película parece haber levantado pasiones. Aún pendientes las nuevas obras de Eric Rohmer, Ken Loach y Sylvia Chang, además de la película de clausura que, curiosamente, también va a concurso. Se trata de 25 grados en invierno, del francés Stéphane Vuillet, protagonizada por Carmen Maura. Es extraño que se proyecte una película a concurso después de conocerse los premios, tal como ocurrirá el próximo sábado. Este cronista recuerda que ya ocurrió en 1984 cuando Love streams, de John Cassavetes, clausuró el festival tras haber obtenido el Oso de Oro. Se organizó entonces una pequeña controversia, desatada por cuantos olieron a chamusquina. Veremos qué pasa esta vez.
Babelia
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