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El líder islámico iraní se compromete a reconstruir Bam tras el terremoto

El régimen de los ayatolás anuncia que se han recuperado ya más de 25.000 cadáveres

El máximo líder islámico iraní, Alí Jamenei, prometió ayer reconstruir "más fuerte de lo que era antes" la ciudad de Bam, devastada por un fuerte terremoto el pasado viernes, que ha costado la vida a decenas de miles de personas. Fuentes del régimen de los ayatolás anunciaron que ya habían sido rescatados más de 25.000 cadáveres de entre las ruinas. Los equipos de rescate internacionales, entretanto, empiezan a abandonar la zona del sureste de Irán golpeada por el seísmo, donde una niña de 12 años fue rescatada ayer con vida.

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"Dios mediante, la ciudad será reconstruida, pero esta vez será mejor y más fuerte", dijo Jamenei en Bam en su visita a la región devastada por el terremoto. El presidente iraní, Mohamed Jatamí, también se desplazó a Bam. "Quiero estar con mi pueblo en estos momentos difíciles", declaró en el campamento donde se han instalado los equipos de ayuda de más de 20 países. "Gracias a todos por estar con nosotros cuando Irán atraviesa por una dura tragedia", agregó el presidente. Por primera vez desde el triunfo de la Revolución Islámica, en 1979, Teherán acepta la colaboración de extranjeros sobre el terreno en una catástrofe. Desde Argelia a Japón pasando por Portugal, Corea, China, Armenia y la mayoría de los países europeos -con la excepción de España-, decenas de ellos han enviado equipos de rescate.

"Dile a Dios que me mate. No quiero vivir". Akbar Hasami, de 54 años, es uno de los miles de supervivientes del terremoto de Bam que, pasado el primer impacto del horror, comienzan a sentir el insoportable dolor de la tragedia. Hasami, militar retirado, da vueltas alrededor del edificio donde un equipo de rescate austriaco trata de recuperar el cuerpo de su hijo Amín, de 21 años. Hasami, su mujer y uno de sus hijos lograron salvar la vida porque cuando, a última hora del jueves, sintieron el primer movimiento sísmico se fueron a dormir a la entrada de la casa. La precaución les libró de la muerte. Seis horas más tarde la sacudida fue brutal. Apenas les dio tiempo a abrir la puerta y salir. Las paredes ya se estaban derrumbando y segundos después sólo quedaba una montaña de escombros.

Roto por el dolor, Hasami se pregunta por qué no fue a avisar a su hija, que vivía cerca, de que la tierra rugía. Cuando llegó a verla, ella, su marido y su única nieta, con tan sólo un año y medio, estaban sepultados bajo un amasijo de cascotes. Después se enteró de que Amín, que dormía en la farmacia en la que trabajaba, había desaparecido. Ayer se recuperó su cadáver.

La esperanza de hallar supervivientes empieza a desvanecerse. Una niña de 12 años fue sacada con una pierna rota de entre los escombros donde se recuperaron los cadáveres de una mujer y un niño, según la cadena británica BBC.

El desierto que rodea Bam, situada a 1.000 kilómetros al sureste de Teherán, se ha convertido en la tumba de los habitantes de este enclave situado a medio camino entre Europa y China. El cementerio de la ciudad no daba abasto para recibir a los muertos. Los soldados del Ejército iraní que ayudan en los enterramientos no dejan de ampliar el recinto. Apenas hay distinción entre una fosa y otra. Parecen pequeñas dunas de arena. Sobre algunas hay una palma. En otras alguien ha dejado una silla, una lata, cualquier prenda del muerto para poder reconocer después su tumba. Pero la mayoría de los cadáveres recuperados llega en furgonetas. Están envueltos en mantas. El mulá se limita a extender un lienzo blanco sobre el suelo y a envolver el cuerpo para que llegue limpio al paraíso. La tradición musulmana exige lavar a los muertos, pero en Bam no hay ni tiempo ni agua. Sólo los más creyentes se habían levantado el viernes para el primer rezo mirando a La Meca. Alí Dejkan fue uno de ellos. Se encontraba ya inclinado en su casa y, de pronto, la sacudida le lanzó al otro lado del patio. Rezar al aire libre le salvó la vida. Pero su mujer y sus tres hijos murieron en un instante bajo las paredes desplomadas. Envuelta en un chador negro junto con otras tres mujeres, todas cargadas con su propia tragedia, la única hija viva de Alí lloraba ayer sobre las ruinas. La mayoría de las casas de Bam eran de adobe, al igual que su ciudadela, la mayor fortaleza de barro del planeta, un tesoro construido entre los siglos XVI y XVII que ha quedado reducido a polvo.

"¿De dónde vienen los terremotos?", preguntaba Pardis, de 21 años, llegado a Bam desde Teherán para filmar en directo la tragedia, que ha reducido a escombros una ciudad de 80.000 habitantes. "En Irán se dice que los terremotos son obra de Dios. ¿Puede ser posible o hay otra explicación?", insistía el joven debatiéndose en la lucha entre ciencia y religión que soportan las nuevas generaciones de la República Islámica, en la que impera la sharia, la ley coránica.

Un grupo de mujeres descansa tras un entierro masivo de víctimas del terremoto ayer en Bam.
Un grupo de mujeres descansa tras un entierro masivo de víctimas del terremoto ayer en Bam.REUTERS

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