Querrán ponerle nombre
Un día, muy poco antes de morir, compartía risas con su amigo el poeta Julio Llamazares, hasta que cesó de reír y dijo: "Ay, cuánto me duele mi dolor!". Y volvió a reír como si le quitara así espesor a su sufrimiento. Reía para calmar a los otros. Y dejó alegría, no puede dejar tristeza una mujer así.
Babelia
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