Bush emprende un viaje a Londres marcado por las protestas y las dificultades en Irak
El presidente de EE UU reitera que sus tropas seguirán en el país árabe hasta "cumplir la tarea"
Ni George W. Bush ni su anfitrión desde esta noche y durante cuatro días, el primer ministro británico, Tony Blair, podían imaginar hace meses -cuando se materializó la invitación que tenía como objetivo reforzar la relación especial de los dos países tras los atentados del 11-S- que la visita del presidente estadounidense al Reino Unido iba a tener lugar en condiciones tan adversas. El viaje va a tener más visibilidad por las protestas organizadas para recibir a Bush que por cualquier acuerdo que Washington y Londres puedan adoptar para tratar de enderezar la situación en Bagdad.
Las revelaciones sobre la falta de pruebas que respaldaran el principal argumento para ir a la guerra de Irak y la ausencia de un planeamiento adecuado por parte de Estados Unidos para la posguerra han deteriorado considerablemente la credibilidad y la popularidad de ambos líderes.
Las consecuencias políticas son malas para Blair, que ha tratado de mediar entre Washington y los países más opuestos a la estrategia estadounidense, como Francia y Alemania, con débiles resultados y con la opinión pública en contra, y para Bush, que está en la carrera para su reelección.
El presidente Bush llega a Londres inmediatamente después de haber dado un giro importante a su política sobre Irak. A pesar de que la Casa Blanca explica que no hay rectificación, sino voluntad de "adaptarse a las circunstancias", el electorado, hasta el momento, no penaliza en exceso a Bush.
Las críticas sobre su gestión se han quedado en el 50% y su nivel global de popularidad es aceptable, porque las noticias recientes sobre la recuperación económica le ayudan. Y los muertos en la posguerra iraquí todavía no han superado los límites de aceptación de la opinión pública, en parte gracias a que pesan los argumentos sobre la necesidad de que el país se estabilice y en parte debido al control estricto de las imágenes de los féretros que vuelven de Irak. Aunque la Casa Blanca jamás reconocerá públicamente que los problemas no están en Bagdad sino en Washington, y que los errores del vicepresidente, Dick Cheney, y de los responsables de Defensa, Donald Rumsfeld y Paul Wolfowitz, han situado la posguerra en la situación en la que está, las conversaciones de Bush con Blair serán útiles para intentar acercar posiciones con Francia -Chirac visita a Blair el próximo lunes- y Alemania -Schröder estará en Nueva York esta semana-.
Bush llega a Londres con el mensaje de mantener el rumbo: "No nos iremos hasta que hayamos cumplido la tarea, pura y simplemente", aseguró el presidente el domingo, para asegurar después que los cambios recientes -el plan que prevé que una asamblea representativa, que debería formarse en primavera, nombre un Gobierno en junio- darán resultados a corto plazo: "El Consejo iraquí de Gobierno ha establecido un calendario para el traspaso de la soberanía. Nos gusta ese calendario, creemos que tiene sentido".
El presidente estadounidense, George W. Bush, reiteró ayer que las tropas de EE UU permanecerán en Irak después de que el nuevo Gobierno iraquí asuma sus funciones, y que el número de soldados desplegados "dependerá de la seguridad en el país".
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