La danza camboyana abre con 'Otello' la Bienal de Teatro de Venecia
Las maratonianas actividades de la Bienal de Venecia en 2003 terminan con esta 35ª edición del Festival de Teatro veneciano, que dirige el norteamericano Peter Sellars y que ha comenzado anteayer con la versión del Otello, de William Shakespeare, por la compañía de danza tradicional de Phnom Pehn, una pieza llena de poesía y de un mensaje antibélico que es parte de la conciencia y los postulados del evento, según asegura su director. Ayer, la escritora Toni Morrison tuvo un encuentro con artistas y público en el Picolo Arsenale donde aseguró que "exploró su personalidad a través de puntos de vista alejados de los tradicionales". Sobre Otelo y su dicotomía también habló en el Arsenale el escritor y periodista franco-libanés Amin Maalouf.
Poder comunicativo
El poder comunicativo universal de la danza ha sido el elemento impelente en Peter Sellars para abordar esta edición con la expresión bailada como eje conductor. Así, el tema del Otello sirve para dar temáticamente con varias tragedias actuales y eternas: la emigración, las guerras, el racismo descarnado o encubierto, la convivencia de religiones y, naturalmente, algo más íntimo en lo humano y también eterno: los celos amantes. La compañía camboyana, Dance & Music Ensemble de la Real Universidad de Bellas Artes de Phnom Pehn, es un ejemplar grupo de artistas liderados por la coreógrafa y bailarina Sophiline Cheam Shapiro; ella misma ha hecho la adaptación del clásico de Shakespeare a las exigencias estéticas y formales de la danza clásica camboyana, toda una escuela antigua en cierto sentido equivalente a nuestro ballet occidental, con sus complejos códigos y registros narrativos. El Otello camboyano, titulado Samritehak (que quiere decir príncipe negro), de algo menos de hora y media de duración, fue recibido con entusiasmo por el público que abarrotaba el Teatro alle Tese, un montaje sobrio y ritualizado donde Yago es representado por un intrigante simio rojo y Desdémona es una hermosa princesa de ojos de almendra y pagoda dorada en su complejo peinado. Los bailarines han salido de la primera generación heroica y posible después de décadas de infierno y de guerras, pertenecen a un pueblo desgajado y desgarrado. Son sencillos y dútiles y apenas se les ve sonreír; ninguno debe haber olvidado quien es Pol Pot, y Otello se convierte en una potente metáfora de esos dolores.
El escritor y periodista franco-libanés Amin Maalouf fue el primero en reunirse anteayer en el atrio del teatro Piccolo Arsenale con un público mayoritariamente joven para hablar de ese Otelo "en el naufragio de las identidades", en la Venecia multiétnica de hoy y con la pesada sombra diaria de los "barcos de la muerte".
Toni Morrison habló también con cierta amargura del triunfo de la mentira sobre la verdad.
Babelia
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