La odisea de los 'sin papeles' palestinos
Empresarios israelíes de la construcción contratan a diario en plena calle a los clandestinos que logran pasar la frontera
Cada mañana, antes de que apunte el alba, cientos de trabajadores palestinos del área de Belén cruzan furtivamente la frontera con Israel para tratar de llegar a Jerusalén, donde si hay suerte podrán convertirse en mano de obra barata de las empresas de construcción israelíes.
La ruta de los clandestinos hasta alcanzar este mercado laboral ilegal está llena de peligros, pero es la única alternativa que tienen los habitantes de esta región -153.000 personas- para sobrevivir en medio de la crisis económica provocada por la Intifada y el cierre sistemático de los territorios.
"Es mejor morir de un tiro que de hambre en casa, sobre todo cuando se tiene mujer y nueve hijos. ¿Usted en mi caso no haría lo mismo?", pregunta Jawad S., de 65 años, vecino de Beit Sahur, una de las aldeas cristianas pegadas a Belén, mientras otea el horizonte a través de la oscuridad e intenta descubrir entre los olivos la sombra de los soldados israelíes. En lo más profundo del valle se vislumbra a duras penas el trazado blanco de un camino, que discurre a espaldas del puesto fronterizo y llega hasta las estribaciones de la colina de Abu Guneim, convertida ahora en el asentamiento judío de Har Homa, a las puertas de Jerusalén. Éste es su objetivo.
"Es mejor morir de un tiro que de hambre en casa", dice Jawad, un obrero en paro
Jawad S., obrero de la construcción, se encuentra en paro desde hace varios meses, como consecuencia de la crisis económica que azota Belén y su área, y que ha disparado el índice de desempleo a un 70% de la población activa. Un antiguo compañero de fatigas lo ha convencido esta madrugada para que vaya con él a trabajar en las obras de este nuevo asentamiento judío, que se levanta mayestático en territorio que en otra época fue plenamente palestino, pero que el municipio de Jerusalén acaba de fagocitar.
No está solo. Junto a él, un grupo de media docena de trabajadores avanza por fin entre los árboles lentamente, en silencio, para volver de pronto precipitadamente hacia atrás, corriendo, en cuanto escuchan las voces de alto de los soldados y el ulular de las sirenas de los vehículos militares. El miedo a ser detenidos, a la paliza, a las vejaciones o incluso a un disparo les ha hecho retroceder hasta una tierra de nadie, al borde del olivar, al pie de la carretera de asfalto, en zona plenamente palestina. Minutos más tarde se acercarán de nuevo al olivar, para ver si hay suerte. Si no, lo intentarán por otro lado, quizás por Gilo o por el centro ecuménico de Tantur.
Los pocos clandestinos que ayer por la mañana lograron burlar la vigilancia de los soldados israelíes y cruzar la frontera se concentran en las callejuelas de la barriada árabe de Beit Zafafa, en uno de los extremos de Jerusalén. Se reponen del susto al pie de la mezquita de Amza, en la calle de Al Jadida Aljadid, donde esperarán pacientemente la llegada de los contratistas israelíes, que los llevarán en camioneta o en turismos a cualquier obra en construcción del extrarradio de la ciudad.
"Trabajo de yesero. Por un día de trabajo en Israel puedo llegar a ganar hasta 300 shekels [unos 72 euros], prácticamente el triple de lo que con suerte me darían en Belén por trabajar en la cantera de mármol, en el caso de que hubiera una plaza libre", afirma Mohamed S., de 21 años, el mayor de una familia de ocho hermanos en la que el padre falleció recientemente. Asegura que su salario es el único que entra en casa, al tiempo que se desabrocha la camisa y enseña en el costado derecho una cicatriz profunda de una bala de un soldado israelí.
La policía conoce la existencia del mercado clandestino de los palestinos ilegales de Beit Zafafa, el más importante de Jerusalén. Los coches de las fuerzas de seguridad patrullan constantemente la zona, provocando la huida precipitada de los obreros, que buscan escondite en las callejuelas cercanas. A medida que se hace de día la situación se hace más tensa y peligrosa, pero a esa hora la mayoría de los ilegales han sido ya contratados.
La contratación de los clandestinos palestinos se ha convertido, desde que estalló la Intifada, hace ahora tres años, en un pingüe negocio de los empresarios israelíes sin escrúpulos, que consiguen mano de obra barata y además exenta de impuestos. En la última redada, la policía anunció la detención de 1.500 palestinos ilegales y de seis empresarios. Más de 100 de los detenidos eran vecinos de Belén.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.