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LAS CUENTAS DEL ESTADO PARA 2004
Columna
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Un Presupuesto sin futuro

Miguel Ángel Fernández Ordoñez

Los Presupuestos para 2004 son muy similares a los de los últimos años. No hay nada nuevo que merezca la pena destacar. No hay reformas estructurales de gastos improductivos (no se hace nada con Televisión Española, ni con los subsidios al carbón, etc.). Sigue sin prestarse atención a las infraestructuras en los puntos donde hay congestiones ( aeropuertos, ferrocarriles de cercanías, autovías, etc.) mientras continúan las obras faraónicas (AVE, trasvases, etc.). El Presupuesto del Estado para 2004, como los anteriores se presenta con un pequeño déficit, aunque todos sabemos que a través de empresas públicas, avales, etcétera, se realiza -con menos control- una serie de gastos que algún día otros tendrán que incluir en Presupuestos más transparentes.

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El mismo ministro, para defender que el gasto de inversión es suficiente, explicó, sin vergüenza, como la mayoría del gasto de inversión no aparece en los Presupuestos, sino que está escondido en esas empresas. Estos Presupuestos vuelven a repetir también el uso abusivo de la ley de Acompañamiento que una vez más incluye reformas de trascendencia que serán discutidas sin luz ni taquígrafos, y que son el pasto ideal de lobbies (grupos de presión) e intereses particulares. La tentación sería decir que estos Presupuestos son "más de lo mismo" pero no es cierto. En algunos Presupuestos anteriores el Gobierno incluyó su ya característica política fiscal: reformar el IRPF y subir fuertemente impuestos indirectos y tasas. En este presupuesto no lo hace (sube las tasas pero moderadamente) por lo que sería mas exacto definirlo como "menos de lo mismo".

Hay que decir que, hasta ahora, la elaboración de este tipo de Presupuestos no le ha ido mal a Hacienda. En una primera etapa, la mayor expansión de la economía mundial de los últimos 50 años junto a la espectacular bajada de tipos de interés que nos trajo de regalo la entrada en el euro, ayudó al crecimiento, y le sirvió al gobierno a cuadrar las cuentas públicas. Es verdad que en esta segunda legislatura, España ha crecido muy poco -no ha llegado ningún año a crecer ni siquiera un 3%- pero el mantenimiento de una alta inflación ha seguido ayudando a mantener el equilibrio aparente de las cuentas públicas sin necesidad de reformar el gasto.

¿Y el futuro? El libro amarillo es todo un canto al pasado pero no hay una sola línea en la que se planteen los Presupuestos como un instrumento para resolver los problemas del futuro. Sobre cómo el Presupuesto podría ayudar a resolver los principales problemas que ha de afrontar en el futuro la economía española -el retraso en la productividad, la pérdida de competitividad con nuestros socios, o la salida de un país que se ha hipotecado hasta límites desconocidos- no hay nada.

¿Puede seguir la Hacienda española con esta filosofía ir tirando y pasar un año más sin especiales problemas? No es imposible. Siempre que la expansión de la construcción continúe y la inflación no se reduzca, los problemas podrían aplazarse un año más, pero parece difícil que no emerjan en algún momento a lo largo de la próxima legislatura. El futuro puede tardar en llegar, pero llegará. El país puede seguir todavía hipotecándose, manteniendo una inflación alta y financiando su déficit corriente sin demasiados problemas gracias a que estamos en el euro. Pero cuanto más tardemos en prepararnos para los problemas del futuro, el futuro se vengará y vendrá más lleno de problemas.

Ciertamente sería mucho esperar de un Gobierno cuyo presente está cargado de convocatorias electorales que se preocupase del futuro. Para resolver los problemas habría que empezar por plantearlos y el Presupuesto para 2004 se ha planteado deliberadamente con el perfil más bajo posible. No hay nada de peculiar, nada que merezca la pena subrayar del presupuesto. Antes de las elecciones no se debe hacer ruido. Objetivo cumplido.

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