El culto al déficit cero
Una primera observación sobre las grandes cifras del Presupuesto del Estado para el año 2004 que avanzó ayer el Gobierno es la inconsistencia o falta de credibilidad de las proyecciones de crecimiento. Pero claro, estamos en vísperas electorales. El Gobierno vuelve a apostar por una tasa de crecimiento del 3%, algo poco probable de alcanzar, como bien demuestra la experiencia de los dos ejercicios anteriores. Más que en una predicción razonable, el Gobierno ha convertido el 3% en un rito monocorde que repite año tras año sin atender a las condiciones internacionales o nacionales, fundamentado únicamente en que el PIB español subirá "más que la media europea". La insistencia en el 3% es otro ejercicio de voluntarismo o de electoralismo, sin bases firmes de argumentación, sobre todo si se fía a un aumento del dinamismo exportador -el diferencial de inflación con la Unión Monetaria difícilmente se reducirá y la recuperación de Francia y Alemania necesita tiempo para afianzarse- y el Estado se autoasfixia con el culto al déficit cero. El Gobierno empieza prometiendo mucho crecimiento y poca inflación, pero en realidad consigue más inflación y poco crecimiento real.
A pesar de que la experiencia ha demostrado la enorme distancia de la sociedad española en materia de educación, infraestructuras, justicia o protección social, el ministro de Hacienda presenta unas cuentas regidas por el equilibrio presupuestario, con la hipótesis de que la ausencia de gasto público es la mejor receta para estimular al sector privado. Esta concepción arcaica del sector público como agente indeseado que expulsa del mercado financiero a la inversión privada está desmentida todos los días por las prácticas habituales de colaboración o dependencia de las empresas estadounidenses respecto al Presupuesto federal.
Pocos detalles se conocen todavía de las propuestas fiscales para 2004; habrá que esperar a que se concrete esa reducción de impuestos. Mientras llega la explicación, un aspecto notable del avance presupuestario es el contraste entre la supuesta inquietud por los graves problemas en los ámbitos de seguridad, justicia, inversión en investigación o infraestructuras públicas -provocados, por cierto, por los recortes de inversión practicados durante el último lustro para conseguir el "déficit cero" o casi cero- y la mediocre propuesta inversora en tan sensibles capítulos. Las graves carencias de la justicia no se pueden resolver con un crecimiento presupuestario del 7,5% (en términos nominales), porque eso apenas proporcionará 50 millones de euros más, cuando el nivel mínimo exigido por el Pacto de la Justicia requiere unos 150 millones; el crecimiento propuesto en I+D, del 7,3%, no es un cambio sustancial sobre el erial inversor presente, y lo mismo puede decirse de la partida destinada a seguridad ciudadana.
No hay en el Presupuesto del Gobierno un propósito real de dinamización de la economía; para ello sería necesario programar aumentos nominales en estos ámbitos superiores el 10%. Tan sólo hay gesticulación preelectoral con un mensaje de comprensión hacia las inquietudes reales de los contribuyentes.
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