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LA POSGUERRA DE IRAK | La investigación en el Reino Unido

Blair asume la responsabilidad del 'caso Kelly'

El primer ministro británico niega toda interferencia política en el informe sobre las armas de Irak

El primer ministro británico, el laborista Tony Blair, asumió ayer la responsabilidad plena de la gestión de la crisis desatada por la denuncia de la BBC sobre manipulaciones políticas en el informe sobre el arsenal de Irak del pasado septiembre. En una sólida defensa de sus decisiones, expuesta con absoluto convencimiento ante el juez Brian Hutton, el primer ministro dio un paso decisivo para intentar recuperar la confianza que el electorado le niega desde la muerte el pasado mes de julio del científico y asesor del Ministerio de Defensa, David Kelly. "La acusación de la BBC, de ser cierta, hubiera merecido mi dimisión", declaró Blair en el Alto Tribunal de Londres. Blair superó ayer la gran prueba de sus seis años de gestión gubernamental.

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El primer ministro se desenvolvió en su comparecencia judicial con soltura y convencimiento, sin esquivar cuestiones comprometidas respecto al informe sobre las armas de destrucción masiva que poseía el régimen de Sadam Husein o sobre las decisiones tomadas en torno al experto en sistemas de armas iraquíes, David Kelly, que pudieron contribuir a su muerte el pasado 17 de julio. Desde entonces, la integridad del Gobierno británico está en juego y, en su testimonio ante el juez Hutton, Blair colocó los primeros ladrillos para restaurarla. "Acepto la responsabilidad plena de las decisiones. Creo que fueron las correctas", dijo.

En la sala del Tribunal de Londres proyectó la imagen de un primer ministro en control de su Gobierno, que intentó resolver "el dilema" en torno al científico actuando en cada momento "dentro de las normas" y en consenso con los altos funcionarios del Ministerio de Defensa y de la Oficina del Gabinete, la rama política y administrativa de Downing Street.

Blair también despejó con firmeza la percepción generalizada de que el Ejecutivo laborista creó su propia crisis al obsesionarse con el reportaje radiofónico de la BBC. Su autor, Andrew Gilligan, acusó a Downing Street de haber interferido en el informe sobre el arsenal iraquí en contra del criterio del personal de los servicios de inteligencia. Basándose en su fuente, más tarde confirmada como Kelly, Gilligan acusó al Gobierno de mantener en el informe la referencia a que Sadam Husein podía lanzar un ataque con armas químicas o biológicas en "45 minutos" a sabiendas de que este dato era "probablemente erróneo". Esta última alusión se rectificó en posteriores reportajes por "discutible".

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"Es una acusación absolutamente fundamental..., una extraordinaria acusación que, si fuera cierta, significaría que nos hemos comportado vergonzosamente y que hubiera merecido mi dimisión", respondió ayer Blair. "Desde entonces, la cuestión no trata de si hicimos algo incorrecto, sino que gira sobre la acusación de que el Gobierno engañó al pueblo. Tres meses después aún perdura y la fuerza del reportaje pervive", añadió.

El primer ministro no ha renunciado a recibir una disculpa o rectificación por parte de la BBC. En su pulso con la radiotelevisión estatal, cree que la investigación de Hutton le dará la victoria. "No teníamos ninguna razón para dudar de los datos de inteligencia. Ellos tenían el control del dossier, pero yo lo iba a presentar ante el Parlamento y me aseguré de que se elaborara dentro de los límites correctos y apropiados. El documento debía proceder de una fuente objetiva", explicó al juez respecto al plazo de los 45 minutos y al resto del contenido del informe sobre Irak.

Es raro que un primer ministro declare como testigo en una investigación judicial. John Major sentó el precedente en 1994, pero, en esa ocasión, se discutían cuestiones relacionadas con venta de armas a Irak que habían surgido una década atrás. Es la primera vez que el jefe del Gobierno británico se presta a defender, ante un juez, su actuación en temas de absoluta actualidad.

El interés por escuchar a Blair llevó a decenas de personas a guardar cola frente al palacio de Justicia desde la noche anterior. "Me parece importantísimo escuchar sus palabras y observar sus expresiones corporales. Sólo va a suceder una vez en mi vida y quiero participar en este capítulo de la historia. El sistema judicial es lo más transparente que tenemos en este país", dijo por la mañana Sam Dathi, estudiante de Derecho.

Blair aprovechó su comparencia para aclarar el significado del polémico informe de armas de destrucción masiva, publicado finalmente el 24 de septiembre de 2002. Quiso corregir la percepción generalizada de que el Gobierno británico volcó en su contenido la justificación de la invasión de Irak. "No era la razón inmediata para entablar el conflicto, sino una respuesta a la petición de divulgar los datos de inteligencia. El clamor por desvelar las pruebas era enorme", argumentó. La decisión de publicarlo, dijo, se tomó el pasado septiembre tras una conversación telefónica con el presidente George W. Bush.

La independencia del informe de presiones políticas quedó respaldada esta semana con el testimonio de John Scarlett, presidente del Comité Conjunto de Inteligencia (JIC, en sus siglas en inglés). Scarlett se declaró responsable de su contenido y "agradeció" la colaboración de Downing Street, que, dijo, se centró en aspectos exclusivos a su presentación pública. Blair testificó que estuvo al corriente de la "correspondencia", aunque no de los detalles, entre sus asesores y los redactores del informe. "Todo estaba supeditado a esa decisión de que el JIC tenía la propiedad del dossier", corroboró ayer. "El informe no expone la justificación de la guerra, sino la necesidad de enfrentarnos a la cuestión", añadió en referencia a Irak.

Del testimonio del primer ministro se echó en falta la defensa de las causas de la guerra. Aceptó que otro informe anterior, de marzo de 2002, no llegó a publicarse porque "hubiera inflamado la situación" cuando aún no había tomado la decisión de atacar Irak. Esclarecer la verdad sobre el germen de la decisión bélica no es cometido de Hutton, pero es la cuestión que seguirá atormentando a Blair. No se saldará mientras continúen muriendo tropas británicas y no se localicen los arsenales o programas de armas de destrucción masiva en Irak.

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