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Nélida Piñon hace un canto a Brasil, al cosmopolitismo y a la cultura del mestizaje

La escritora recibe el Premio Internacional Menéndez Pelayo rodeada de amigos y admiradores

Nélida Piñon, que reivindicó su "feroz inclinación por la soledad", se vio ayer arropada por un montón de amigos al recibir el Premio Internacional Menéndez Pelayo. Allí estaba Carmen Balcells, vestida de radiante blanco, que viajó desde Barcelona; allí estaba Mario Vargas Llosa, compañero de letras desde hace 30 años, que hizo la laudatio y avisó de que la escritora brasileña iba a pasar un mal rato. "Es muy modesta y no le gustan los elogios", dijo el escritor, y Nélida no tuvo más remedio que aguantarlos, emocionada. "A través de su amistad enriqueció mi vocación literaria y mi vida", afirmó Vargas.

La escritora brasileña Nélida Piñon (Río de Janeiro, 1937) leyó un discurso de 17 folios muy literario, bellísimo, en el que repasó su vida, su vocación literaria, la historia de su país, su amor por España, en el que rindió homenaje a los clásicos españoles y a los brasileños y en el que reivindicó, sobre todo, el cosmopolitismo y la cultura del mestizaje. "Creo en la proclamada alteridad. Les digo que yo soy aquellos a quienes amo", fueron sus últimas palabras, tapadas por un alud de aplausos.

La Universidad Internacional Menéndez Pelayo se vistió ayer de gala para dar el premio (dotado con 48.000 euros) a la escritora tan querida. No cabía ni un suspiro en el Paraninfo de las Caballerizas. Allí estaba la ministra de Educación, Cultura y Deportes, Pilar del Castillo; el presidente de Cantabria, Miguel Ángel Revilla; el rector de la UIMP, José Luis García Delgado; todos hablaron y todos rindieron homenaje a Nélida Piñon, pero sus palabras, aunque cálidas y documentadas, parecieron grises ante las de Nélida o las de Mario Vargas Llosa.

El premio le fue otorgado, el pasado 3 de junio, en reconocimiento a su "excelente labor como docente e investigadora en el campo de las humanidades, labor realizada en América y Europa, siempre con competencia y pasión; en reconocimiento igualmente a su obra de creación literaria, con la que ha sabido profundizar en los pliegues de la condición humana, y tanto del individuo como ser singular como en su dimensión de miembro de sujetos colectivos con peso en la historia de nuestro tiempo; y en reconocimiento, asimismo, a su tenaz y fecundo esfuerzo por estrechar los lazos entre las comunidades literarias que se expresan en portugués y en español".

Paraíso de la memoria

"Brasil es el paraíso esencial de mi memoria", respondió Piñon. "Lo que la vida hizo brotar con abundancia excedió lo que yo sabía. Pues cada recuerdo brasileño corresponde a la memoria del mundo, allí donde esté resguardado el universo. Por eso, al presentarme como brasileña, soy automáticamente romana, egipcia, hebrea. Soy todas las civilizaciones que arribaron a este campamento brasileño (...). Fuimos portugueses, españoles y holandeses hasta llegar a ser brasileños".

Reivindicó la escritora sus orígenes gallegos. "[Brasil], un territorio de perturbadora belleza, donde hace tantos años desembarcó mi familia. Pues soy de una raza que se despojó de los haberes de la patria española a cambio de otros aires, de otro futuro, de otra lengua. Una travesía gracias a la cual nací, gané el hermoso amparo de la lengua lusa". "Sí, desciendo de Galicia, tierra donde las brujas, conocidas como meigas, valorizan lo sobrenatural -esa otra cara del realismo humano- y propician la atracción por las intrigas humanas. Allí, en la región de Cotobade, vi cuán difícil le es brotar a la espiga de maíz, exigiendo del labriego los mismos cuidados que el escritor entrega a su oficio, cuando acuña cada palabra".

"Como consecuencia, llevo en el alma el estigma de la supervivencia, heredado de gente marinera y montañosa... La línea del horizonte que marca el límite de mi mirada me permitió fundir estas dos tierras, Brasil y España, como si fueran originarias de una sola familia... Pero bendito mestizaje, en cuya estela se cristalizan sentimientos singulares, nociones inaugurales".

"A fin de cuentas, las patrias son muchas", añadió Nélida. "Exceden aquella en que nacimos. Patrias secretas, que no tienen nombre, pero que nos simbolizan. Y que me autorizan, en esta mi madurez, a confiar en las palabras, en el verbo que me aparta de mi centro y me devuelve al sueño del arte". "Pero fue en Brasil donde osé proclamarme escritora. No me cabría otro destino distinto al de inventar, forjar, mentir, esbozar realidades complementarias, intentar la creación de personajes ambiguos".

La autora de La república de los sueños (Alfaguara) rindió homenaje a su compatriota Machado de Assis, "cuyo determinismo falló al no prever su propia grandeza. Pero, ¿cómo podría este mulato, este negro, este blanco, esta alma mestiza, siempre pesimista y feroz, acatar una existencia que contrariaba reglas, abrazar al Brasil, ser su rostro, zozobrar con él y al mismo tiempo revivirlo?".

En su imaginario literario, Piñon citó a Calderón de la Barca, a Garcilaso de la Vega, Cervantes, Lope de Vega, Camoes o Gil Vicente, o la poderosa influencia de Ortega y Gasset y de Miguel de Unamuno.

"El Premio Internacional Menéndez Pelayo, que ahora me concedéis, es un honor inestimable. Dignifica mi grey, mi biografía, mi país. Expreso mi gratitud prometiéndoles no olvidar jamás la confianza que depositaron en mí y en mis libros. La gratitud es un fruto que brota del corazón y ahí debe reproducirse para siempre", concluyó.

El rector, García Delgado, señaló que es la primera vez que se entrega el premio de la UIMP a "una mujer de cultura, a una mujer creativa y rebelde, apasionada y autoexigente, audaz y fraternal". Y destacó que su obra tiende puentes entre las dos orillas, que se adentra en la condición humana, que propone una cosmovisión, signo inequívoco de su calidad y ambición. De su "oficio intelectual", dijo que combina competencia y pasión.

La ministra de Educación y Cultura, Pilar del Castillo, habló de "la doble nacionalidad cultural" de Nélida Piñon, hizo un repaso de su obra y afirmó que vive con intensidad "su condición de brasileña".

Nélida Piñon, con el Premio Internacional Menéndez Pelayo.
Nélida Piñon, con el Premio Internacional Menéndez Pelayo.EFE

Inteligencia y lucidez

Hay amores a primera vista y amistades a primera vista. Esto es lo que les pasó a Nélida Piñon y a Mario Vargas Llosa cuando se conocieron hace 30 años en la Universidad de Columbia, en Nueva York: fue una amistad a primera vista y para siempre. "Es una amiga a la que admiro y quiero mucho", dijo Vargas. "Le acompaño desde hace 30 años. En nadie, como en él, conocí pasión tan irrefrenable por la literatura", respondió Nélida.

Mario Vargas Llosa hizo la laudatio de la galardonada, con palabras improvisadas y llenas de emoción. "Es lúcida e inteligente cuando observa el mundo, cuando enfrenta problemas, cuando habla, cuando escribe, cuando practica las relaciones humanas". Su vida ha sido, añadió, "la búsqueda permanente de la razón y de la sensatez". "Y en ese empeño no se deja distraer por nada, pero su escritura no es fría ni cerebral. En sus libros hay pasión, sentimientos, instintos, ideas, sobre todo ideas".

"La pasión por la escritura es común a todos los escritores, pero hay muchos que utilizan su vocación literaria como instrumento para llegar a determinadas metas. Para muy pocos escritores no es un medio, sino un fin en sí mismo, y éste es el caso de Nélida Piñon".

Es una escritora que no hace concesiones, afirmó el escritor. "Sus primeros libros eran difíciles para los lectores, los editores los temían. Eran extremadamente arriesgados, temerarios incluso. Nélida planteaba un esfuerzo intelectual sostenible, jamás se ha rendido a las concesiones fáciles. Pero empezaron a leerla y gustó, primero en su país. Luego sus libros fueron traducidos a otra lenguas".

Vargas trazó también un perfil más personal de la escritora. "Siempre se ha cuidado de las formas, no sólo en la literatura, sino también en la vida. Nunca le he oído decir una mala palabra o alzar la voz, jamás habla mal de nadie". Cariñosamente dijo Vargas que todas estas cualidades hacen de la escritora "un personaje casi anacrónico". "Nélida ama la belleza, es elegante cuando habla, cuando escribe, todo lo que dice suena bien y cuando uno discrepa de ella lo hace con tristeza, porque, por encima de todo, uno quisiera estar siempre de acuerdo con Nélida. Ha enriquecido extraordinariamente mi vida".

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