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Una multinacional alimentaria cambiará sus productos para evitar la obesidad

Kraft adopta la medida ante la amenaza de ser denunciada por vender alimentos extragrasos

Con la idea de unirse a la lucha contra la obesidad y, sobre todo, de evitar posibles denuncias de consumidores, la primera compañía de productos alimenticios y refrescos de Estados Unidos y la segunda del mundo (que fabrica, entre otros, el queso Philadelphia y el chocolate Suchard) reducirá el tamaño de sus porciones, disminuirá la cantidad de grasa y azúcar de sus alimentos y dejará de anunciarse en las escuelas. Esta medida obedece tanto a imperativos legales como de salud: otros gigantes del sector, como McDonalds, también han preferido cambiar la composición de sus productos antes de verse sumergidos en una avalancha de pleitos, como ocurrió con las tabacaleras.

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"Hemos tomado esta medida porque pensamos que es lo correcto", dijo uno de los portavoces de la compañía, con sede en Illinois. En su comunicado, Kraft Foods reconoció que además de participar en la batalla contra la obesidad, "un reto contra la salud de proporciones globales", tampoco descartaba respaldarse en su iniciativa para responder a posibles ataques legales. "Si de paso esto desanima a abogados o nuevas legislaciones, mejor".

Un panel de diez expertos en nutrición, comportamiento, salud y comunicación analizará los productos de la marca y elaborará, antes de finales de año, un plan para mejorar su composición y reducir la cantidad de grasas y azúcar. Propondrá incluso "opciones alternativas si se considera necesario". Medirá y reducirá lo que se consideran porciones individuales.

En sus etiquetas, Kraft detallará con más precisión el contenido de sus alimentos, incluso en los países donde no lo requiere la ley. El gigante alimentario también renunciará a su agresiva campaña de publicidad en las escuelas, que incluye anuncios y muestras gratis. Las medidas deberían aplicarse progresivamente en los próximos tres años.

Kraft reacciona así ante un nuevo entorno legal. Terminada y ganada la batalla contra las tabacaleras, los defensores del consumidor y las fiscalías de los estados han encontrado un nuevo sector a quien culpar de los crecientes gastos en salud pública y el considerablemente aumento de las enfermedades cardiovasculares, dolencias cuyo coste anual suman unos 12.000 millones de euros al año.

Por ahora sólo se ha dado el caso de pleitos individuales, pero las empresas alimentarias quieren atajar de raíz posibles denuncias colectivas como ocurrió en el caso de los grandes fabricantes de tabaco. Hace poco, un consumidor de Oreo -las galletas de chocolate más populares de EE UU- acusó a Kraft, su fabricante, de usar un tipo de grasa especialmente malo para las arterias. La denuncia fue retirada después de que Kraft se comprometiera a estudiar la cuestión.

McDonalds sigue luchando contra la demanda interpuesta hace unos meses por un grupo de adolescentes obesos que responsabilizó a la cadena de hamburguesas de sus problemas de salud. Desde entonces ha centrado su última campaña de publicidad en sus nueva gama de ensaladas. En septiembre del año pasado, McDonalds anunció que reduciría en un 48% el nivel de grasa en sus patatas fritas, con el uso de un aceite más ligero.

La situación es preocupante. El Gobierno estadounidense calcula que el 65% de la población adulta del país es obesa, el doble que hace 20 años. Los médicos aseguran que el problema está empeorando, sobre todo en los niños. Nuevas teorías sobre los hábitos de consumo de los estadounidenses se publican todos los días para tratar de explicar porqué en Estados Unidos la gente es más gorda que en el resto del mundo.

El menú de las escuelas estadounidenses, visto desde Europa, es escalofriante. Consiste esencialmente en comida basura, pizzas, hamburguesas y fritos variados. Los luncheables -las comidas preparadas que compran los padres en los supermercados, algunos de ellos de la marca Kraft- no suelen ser mucho mejores. La palabra verdura es prácticamente tabú.

Una persona obesa camina por Washington, en una imagen de archivo.
Una persona obesa camina por Washington, en una imagen de archivo.BERNARDO PÉREZ

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