A la cola pese al plan
El Gobierno ha reconocido, bien que con todo tipo de salvedades, que no ha cumplido dos de los objetivos principales propuestos en el campo de la ciencia y la difusión de las tecnologías. Dos años y medio después de planteado, el plan Info XXI, que pretendía dar un impulso decisivo a la utilización de las tecnologías de la información en hogares, colegios y centros de trabajo, no ha impedido que España siga estando a la cola en la utilización de estas tecnologías, en particular en el uso de Internet, y no se han visto las actuaciones ni las inversiones que eran de esperar. El otro objetivo no alcanzado es el de aumentar el porcentaje del PIB dedicado a I+D hasta la media europea (2%).
El esfuerzo en estos terrenos resulta clave en la modernización de España y en la convergencia real con la Europa más desarrollada. El prolongado periodo de crecimiento vivido por la economía española habría permitido dar un impulso decisivo a ese objetivo. No se ha hecho y hoy seguimos dedicando a este capítulo la mitad de la media europea. En ambos casos han abundado las promesas grandilocuentes, así como el maquillaje contable para incluir en las partidas correspondientes gastos que nada tenían que ver con la I+D, o utilizar los mismos recursos para financiar los nuevos planes y los antiguos. El resultado es que, cuando se ha estirado la manta para cubrir un nuevo frente, se ha tenido que dejar al descubierto algún otro rincón de la actividad investigadora, como saben muy bien los científicos que han seguido las peripecias, entre otros, de los contratos del programa Ramón y Cajal, del Plan Nacional de Investigación o de los proyectos en genómica, supuestamente destinados a cubrir la distancia que nos separa en este importante apartado de los países de nuestro entorno.
No se puede pretender modificar de forma significativa el ámbito de la investigación y el desarrollo, en constante crecimiento y con un déficit secular en nuestro país, sólo con palabras y sin aceptar el compromiso de un incremento sostenido a lo largo de años. Es verdad que el sector privado, fundamental en otros países, no tienen el suficiente dinamismo en el nuestro y contribuye menos de lo que debiera a este capítulo. Pero será difícil que se produzca un cambio si antes el Gobierno no manda una señal clara de que se trata de una de sus prioridades. Una señal que debe comprender un liderazgo con presencia en la comunidad de los investigadores y los innovadores, peso político y recursos suficientes.
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