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ELECCIONES 25M | Comicios municipales en Cataluña
Columna
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Candidatos con foto

Sin duda la culpa la tiene Ferdinand de Saussure, que nos enganchó a la lectura de los signos. Y los signos, convertidos en fotos de candidato, nos han hablado mucho más de lo que seguramente hemos sido capaces de escuchar. De ahí que algunas sorpresas, al día siguiente, surjan más de nuestra ceguera que del destino fatal. El resultado, por ejemplo, del partido socialista, perfectamente escrito en esa foto de alcalde tan sobrado de votos que los ha ido regalando por los descosidos de su camisa de diseño. Cuando uno está tan encantado de haberse conocido y reina por encima de tonterías terrenales, alejado de asociaciones de vecinos, entidades y otros líos, envía un mensaje inequívoco: su verdad política no depende de la bondad de las urnas.

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Clos, álter ego de mucho socialista con más poder y vanidad que humildad ideológica, tenía el resultado escrito en la sonrisa: ganaba, pero muy forzado. En cambio, la sonrisa voluntariosa de Alberto Fernández Díaz, chico de los encargos que se encarga tan bien que hasta mejora al encargador, demostraba un hecho palpable aunque opaco: que los suyos eran suyos, más allá de guerras y chapapotes, y que cuanta más caza mayor hubiera, más protección de votos. Lo del PP en Cataluña está reflejado en la cara de su candidato feliz: siendo radicales, sólo parecen mediocres buenos chicos de orden. Si además son perseguidos, enquistan su espacio, lo protegen del asalto y viven bien en el recinto cerrado. Hoy por hoy, Alberto es el rey en su ínsula Barataria.

Para reyes, los republicanos, cuya categoría había llegado tan lejos que no merecían ni foto. Caricatura, como los grandes, porque para eso tienen la razón histórica, aunque tarde tanto en llegar la historia. El dibujo de Portabella auguraba tiempos felices, resultado del tesón de no hacer nada pero aparentar casi todo. La caricatura era, sin duda, todo un tratado de semiótica: cómo enamorarse de uno mismo y no morir en el intento.

Imma Mayol tampoco ha muerto políticamente, sino todo lo contrario: es el cadáver político con más salud de la estratosfera. Estaba todo en su foto: sin maquillaje, sin tapujos, sin matices, auténtica como la mare que la va..., muy valiosa en estos tiempos de incertidumbre. Pero la mejor de todos, la foto de Trias, cuya cara de invitado inesperado en la fiesta familiar lo decía todo: incómodo él e incómodos los otros. Trias era el sobrino de América, llegado sin un duro y encima con petición de mesa. Pero ponía buena cara a tan aciaga situación. ¿El resultado? El inevitable: malo, pero no tanto como para echarlo de casa.

Pilar Rahola es escritora y periodista.

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