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LA MUERTE DE UN TENAZ POPULARIZADOR DEL LIBRO

Con Lara desaparece el gran difusor de la edición

El mundo cultural, político y empresarial despide al patrón de Planeta con respeto hacia su obra

Campechano, intuitivo, osado, resolutivo y más listo que el hambre. Así fue José Manuel Lara Hernández (El Pedroso, Sevilla, 1914), creador de la editorial y el Grupo Planeta, el imperio editorial más importante en lengua española y octavo del mundo, que falleció la noche del domingo en su domicilio de Barcelona a los 88 años de edad, víctima de una enfermedad degenerativa.

A las cuatro de la tarde de ayer su féretro quedó instalado en la capilla ardiente habilitada en la Casa Lleó i Morera del paseo de Gràcia, la sede en Barcelona de la fundación que lleva el nombre del editor, un edificio modernista de Lluís Domènech i Montaner. Un desfile de empresarios, editores, escritores, libreros, políticos, trabajadores y colaboradores del grupo, directivos del Club Deportivo Espanyol, del que fue "mecenas", y representantes institucionales, con el presidente de la Generalitat, Jordi Pujol, el alcalde de la ciudad, Joan Clos, y la delegada del Gobierno, Julia García-Valdecasas, a la cabeza, acudió a rendir homenaje a quien revolucionara, con visión de futuro y voluntad de apertura, el panorama editorial español de posguerra. Su familia, que le acompañó en la hora de su muerte, recibió también numerosos telegramas, entre ellos, el de la familia real. El funeral se celebrará hoy a las 11 de la mañana en la parroquia de Sant Josep Oriol, en el Ensanche barcelonés.

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José Manuel Lara Hernández fue un hombre hecho a sí mismo, como le gustaba recordar. Ayer, los trabajadores del Grupo Planeta cumplieron el horario con normalidad como a él le hubiera gustado, según se les pidió en un memorando interno. Su vida, cargada de anécdotas, tiene muchos ingredientes de novela; una de esas novelas que atrapan a los millares de lectores que supo fidelizar a lo largo de los años. El perfil de Lara se encuentra muy lejos del prototipo de editor culto y refinado. Se ha citado muy a menudo que en el Madrid de la República ejerció, durante un año, de boy de la compañía de Celia Gámez. Durante la guerra peleó en el bando franquista y como capitán de la legión entró en Barcelona en 1939. En Cataluña se puso manos a la obra. Aquí conoció a la que sería su esposa y consejera, María Teresa Bosch, con quien impulsó academias donde ella enseñaba letras y él matemáticas.

Después de un intento fallido en el mundo de la edición, Lara impulsó la creación de la editorial Planeta en 1949. Muchas veces se ha contado que ese nombre fue lo más grande que se le ocurrió. Toda una declaración de intenciones. El espectacular crecimiento de la editorial y su expansión en el grupo del mismo nombre han marcado el devenir de la industria del libro en España, tanto en su planificación empresarial -"entendió que el libro podía ser publicitado como cualquier otro producto", dijo ayer Fernando Vizcaíno Casas- como por su trato con los autores: "Fue un editor honrado", afirmó Francisco González Ledesma, ganador del Premio Planeta en 1984 por Crónica sentimental en rojo.

Decía Lara que no leía demasiado, que lo suyo eran los números, pero sí supo rodearse de un equipo que le asesoró en la elección de títulos y autores. La persona en quien confió más fue en su esposa, en cuya onomástica, el 15 de octubre, se celebra cada año desde 1952 la cena de concesión del Premio Planeta, el mejor dotado de las letras en lengua castellana con 600.000 euros.

El premio, que Lara consiguió popularizar a base de concederlo a escritores consagrados y personajes conocidos, muchas veces polémicos, supuso también un hábil acercamiento por parte del editor declaradamente de derechas a escritores e intelectuales de izquierdas. En 1969 premió a Ramón J. Sénder por En la vida de Ignacio Morel. Muerto el dictador, galardonó a autores como Jorge Semprún por Autobiografía de Federico Sánchez (1977); Juan Marsé por La muchacha de las bragas de oro (1978) y Manuel Vázquez Montalbán por Los mares del Sur (1979).

Próximamente, el 22 de mayo, se cumplirá una de las últimas ilusiones de Lara, la celebración en Sevilla de una gran noche de la cultura andaluza que acompañará la entrega del Premio Fernando Lara. El premio, que hasta ahora se entregaba en septiembre, se ha trasladado a mayo para hacerlo coincidir con esta gran noche. Además del Premio Fernando Lara, dotado con 120.000 euros y creado en homenaje al hijo del editor, fallecido en 1995 -y cuya primera edición ganó el recientemente fallecido Terenci Moix por El amargo don de la belleza-, se entregarán cinco nuevos galardones: El Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos, dedicado a la memoria del filólogo, académico y patrón de la Fundación José Manuel Lara Hernández, fallecido en 2001, y que reconocerá trabajos sobre cultura andaluza. Y cuatro premios de Cultura Fundación José Manuel Lara Hernández: de artes escénicas, artes plásticas, divulgación de la cultura y de programas especiales (sobre difusión del patrimonio andaluz).

La capilla ardiente de José Manuel Lara Hernández, ayer, en la Casa Lleó i Morera de Barcelona.
La capilla ardiente de José Manuel Lara Hernández, ayer, en la Casa Lleó i Morera de Barcelona.JOAN GUERRERO

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