La literatura busca romper fronteras
El primer Encuentro Literario reúne en Bruselas a una veintena de escritores de quince países
Claudio Magris lee un texto propio ante 800 personas. Detrás, en una gran pantalla, se puede seguir su lectura en francés o en holandés si no comprenden el italiano. La música suena como fondo de un espectáculo poco corriente. Es la idea del primer Rendez-vous Littéraire (Encuentro Literario), que se ha celebrado en Bruselas durante los últimos tres días: la literatura convertida en espectáculo y en un informal acontecimiento donde mantener múltiples encuentros entre autores, traductores y lectores por encima de las fronteras lingüísticas; un primer e interesante ensayo que pretende extenderse y ser itinerante.
¿Pagaría usted cinco euros por ver leer su propio texto a Nadine Gordimer en un escenario? Eso es lo que ha hecho el heterogéneo público de Bruselas interesado por la literatura. Lo que empezó siendo un festival literario flamenco, se ha convertido este año en un rendez-vous de las letras abierto a otras lenguas y con vocación de superar todo tipo de fronteras. El Instituto Cervantes y el Círculo de Bellas Artes han participado en el encuentro como socios, lo que, probablemente, abrirá las puertas a la cultura española en próximas ediciones, toda vez que en ésta han quedado descolgados los dos autores más esperados: Javier Cercas y Antonio Muñoz Molina.
"Ésta es una ciudad bastarda: se hablan muchas lenguas y vive gente de todas partes"
Sin embargo, el público ha respondido a este primer encuentro internacional. Ha pagado su entrada, lo que, como dice Lola Díaz, subdirectora del Círculo de Bellas Artes, no se sabe si tal cosa podría esperarse del público español, y ha asistido en número considerable al encuentro con los autores.
Organizaciones flamencas y francófonas de Bruselas, unidas en el objetivo de traspasar fronteras, son las que han llevado esta iniciativa, que ha contado como principales colaboradores con la organización de Burdeos Carrefour des Littératures, la berlinesa Literaturwerkstatt, la de La Haya Winternachten y el Círculo de Bellas Artes de Madrid.
Todos ellos exploran la forma de convertir el recién nacido festival en un encuentro itinerante en el que habría diferencias, pero sustentados en la misma idea. "Creemos que no es bueno para la literatura, como para un país, quedarse encerrada en sí misma", explica Paul Buekenhout, presidente del comité organizador, un flamenco que conoce en profundidad la importancia de la traducción y del conocimiento de otras culturas. Bruselas es, en ese sentido, el lugar idóneo para el nacimiento de una criatura como ésta. "Es la ciudad de las lenguas, donde conviven gentes de todas partes, una ciudad un poco fantasma que, sin embargo, es mucho más interesante ahora gracias a la pérdida de su primera identidad y a la acogida de tanta gente diversa. Ahora es una ciudad bastarda", dice Buekenhout.
La selección de los autores responde también a una idea preconcebida. No se trata sólo de atraer a escritores de todos los rincones, mayoritariamente europeos, sino de buscar a aquellos que provienen de países con ciertos problemas de identidad, como Austria, Suráfrica o la propia Bélgica, o que mantienen un cierto compromiso social, no necesariamente en su obra, sino en su propia actividad extraliteraria, como es el caso de la premio Nobel de Literatura de 1992, Nadine Gordimer, que sin duda ha sido, junto a Magris, la estrella de esta primera edición.
Gordimer se sometió a una entrevista en público, otro de los formatos más utilizados en este encuentro, en la que habló fundamentalmente de su país, Suráfrica, para denunciar el racismo todavía existente a pesar del fin del apartheid, porque "una vez terminada la fiesta, como ocurrió con la caída del muro de Berlín, uno despierta con algo de resaca y se pregunta: ¿Y ahora qué?". Admitió que tras la retirada del poder de Nelson Mandela hay una cierta desilusión en su país y habló de todos los prejuicios sociales aún existentes entre blancos y negros.
Pero en el resto del mundo, las cosas no son de color rosa a los ojos de Gordimer, que evocó aquel barco cargado de exiliados procedentes de Afganistán que ningún país occidental admitió en sus puertos y las decenas de camiones que trasladan a Europa a cientos de inmigrantes que sólo buscan una vida digna, exiliados políticos y económicos. "Debe de ser terrible vivir sin papeles".
Pierre Mertens, un escritor belga participante en el encuentro, lo sabe bien. Su último libro, Sin Estado de alma, es un apoyo expreso del propio Mertens y otros 50 autores a 26 inmigrantes confinados en el centro belga de detención de Vottem por no tener papeles, que la próxima semana comparecen ante un tribunal por haber cometido el delito de manifestarse en contra de la situación que padecen, ese limbo legal al que están condenados.
Nadine Gordimer, una mujer pequeña y enjuta que acaba de estampar su firma en un manifiesto contra el asedio etarra, también habló de su literatura. Rechazó cualquier tentación de decirle al lector cuáles son sus valores. "Es el lector el que tiene que formular sus propios juicios y valores. Yo sólo quiero compartir con los demás mis descubrimientos sobre el ser humano". Y añadió: "La literatura busca más explorar el mundo que explicarlo".
El italiano Claudio Magris, la otra gran estrella de la reunión, compartió con el público su chispeante oratoria. Aseguró que no podría reescribir El
Danubio, quizá su obra más importante, como es imposible poner al día una poesía. Magris habló de la importancia de las pequeñas historias, de la exploración de los microcosmos y de su última obsesión, en línea con su gusto por "los pasados oscuros de la historia": la historia de los 2.000 estalinistas italianos que acudieron a colaborar con el régimen de Josip Broz Tito en la antigua Yugoslavia. "Cuando Tito se rebela contra el régimen de Stalin les hace deportar", contó Magris, "y entonces son perseguidos en su propio país".
Magris explicó: "No me interesa tanto la causa, que en este caso no comparto, de defender el régimen estalinista, sino esa capacidad de algunas gentes de sacrificar todo lo que tienen, toda su vida, por lo que creen". Después se prestó a jugar entre parejas de opciones y eligió a Andreotti frente a Berlusconi, a Tito frente a Stalin, la novela frente al ensayo y ni colina ni lago, siempre el mar.
La escritora canadiense afincada en París Nancy Huston también participó en este primer encuentro. Su perfil, una escritora que hace dos versiones originales -en francés y en inglés- de sus propios libros, parece hecho a la medida de un festival como éste. También ha estado la portuguesa Lidia Jorge y, por supuesto, un buen puñado de novelistas y poetas belgas flamencos y francófonos, con perfiles tan adecuados al espíritu de este rendez-vous como el de Lieve Joris, una mujer que no viaja a Congo para mirar desde la ventana en busca de inspiración, sino que es capaz de desaparecer, confundida con el paisaje.
El arte de traducir
La traducción de los textos literarios ha sido un capítulo fundamental en esta primera edición de Encuentro Literario, donde ha habido una decena de talleres sobre el arte de trasladar una obra de una lengua a otra.
La traducción ha sido tratada no como una herramienta, sino como un trabajo más parecido al del propio escritor, un trabajo puramente artístico. "El público flamenco, cuya lengua materna es minoritaria, está acostumbrado a conocer otras lenguas, está más abierto a otras culturas", explica el director de la organización Paul Buekenhout. "Por eso el arte de la traducción forma parte de este encuentro".
"Es un oficio muy difícil", comenta la traductora del español al francés Anne Casterman. "Obliga a conocer en profundidad el idioma al que se quiere trasladar el texto. Pero es muy emocionante".
Películas, exposiciones fotográficas, intercambio de textos a través de Internet y, ayer, todavía numerosos actos literarios han completado esta cita, que ha pasado aún un poco desapercibida para el gran público. "Es mucho mejor así", dice Casterman. "Con menos gente hemos podido encontrarnos de cerca, intercambiar experiencias".
"Si algo así se organiza en España, estoy segura de que tendrá éxito ", concluye la escritora turca Emine Sevgi Özdamar.
Babelia
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