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La piratería digital siembra el pánico entre las productoras de música y cine

Los 2.600 millones de descargas ilegales al mes convierten los estudios de grabación en búnkeres

Renovarse o morir. El ultimátum de la revolución digital, una epidemia de piratería que realiza ya 2.600 millones de descargas de archivos musicales al mes (la mayoría ilegales), ha puesto a la industria musical al borde de la extinción. El top manta español, que roba un 21% del negocio, parece un juego de niños al lado del desafío del ciberespacio: los nuevos usuarios consumen canciones de una en una y el formato CD parece agonizar. El pánico de los cinco grandes se extiende ya a su otro gran negocio, el del cine, vídeo y DVD: los piratas cuelgan las películas en la Red antes incluso de que lleguen a las salas.

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La cosa pinta realmente mal para el viejo negocio discográfico basado en el dinero y la tienda. La venta de CD vírgenes en el mundo supera ya a la de música pregrabada por más de dos a uno. En 2002, se vendieron en Estados Unidos 1.700 millones de discos grabables, un 40% más que en 2001. El gran monstruo del intercambio de música, Kazaa, tiene más de 218 millones de usuarios. Y las descargas son cada vez más rápidas por la creciente extensión de la banda ancha, que en países como Holanda baja archivos a un ritmo de 70 kilobytes por segundo (en España la velocidad punta es 24kb/s). Para acabar de complicar el asunto, hace unos días un juzgado federal de Estados Unidos dictaminó que sistemas peer-to-peer (P2P, redes de igual a igual, entre usuarios) como Morpheus y Grokster no son ilegales porque no almacenan música.

Un nuevo golpe que daña aún más la frágil defensa que las discógraficas hacen de la propiedad intelectual en la Red.

Internet, que parecía la herramienta ideal de promoción barata, ha acabado acongojando a las empresas, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos y tecnologías de distribución. Hace ocho años, costaba 10 minutos descargar una canción de tres. Hoy, el proceso dura dos minutos. "Para sobrevivir, las casas de discos deben subirse al carro de Internet", dice Charles Prevost, ex ejecutivo de Liquid Audio, en el diario USA Today: "Deben inventar una forma de usar la Red en vez de tratar de sustituirla. Esto es el principio del fin de las discográficas".

Más rotundo aún es James Het-field, miembro de Metallica y uno de los primeros que defendió la existencia del servidor de intercambio de canciones Napster: "Las casas de discos son historia".

"Napster fue el principio del fin", ha admitido Tom Whalley, presidente de Warner Bros., una de las empresas que lucha con más ahínco contra la plaga cibernética. "Ahí perdimos el control".

¿Pero pueden realmente arruinarse compañías tan gigantescas como Universal, Warner, Sony, BMG o Emi? No, si vemos que las pérdidas para la industria musical estadounidense han sido de unos 800 millones de dólares en los últimos dos años. Sí, si nos fijamos en las medidas que están tomando: despidos en masa (Sony ha anunciado 10.000, y en España las plantillas se han recortado al mínimo en los últimos meses), más inversión en software anticopia e incluso un toque de imaginación: envío de e-mails recriminatorios a los usuarios de Kazaa o Grokster.

"Algunos estudios de grabación parecen cajas fuertes de seguridad", ha contado James Het-field. "Nadie entra sin autorización, nadie sale con algo metálico de allí". Pero la Red es un paraíso de música por la patilla y el cine empieza a poner sus barbas a remojar y a enseñar sus armas para una guerra que se presenta sucia.

En los pases para los críticos de Lizzy McGuire, los empleados de seguridad de Disney paseaban por la sala con gafas de visión nocturna estilo militar: buscaban artefactos grabadores. En los de The Matrix reloaded, que se estrena el día 23 en España, la productora puso detectores de metales en la puerta, comprobó los móviles (por si tenían dictáfonos) y controló si los asistentes llevaban grabadora. En caso afirmativo, prohibido entrar. Más, y mejor: las copias de X-Men 2 y The Matrix reloaded están siendo enviadas a las salas con mensajeros... armados.

Claro que incluso a los paranoicos los persiguen: Warner no quería ver copias a la venta en las calles de Kabul antes del estreno en Estados Unidos, que es lo que pasó, por ejemplo, con Spiderman el año pasado. Ni que estuvieran gratis en Internet antes de que llegara a las salas, como la muy profética El ataque de los clones. La consigna de las majors es estrenar las películas en todo el mundo el mismo día, para evitar que la demanda de copias ilegales se dispare. Y algunas cuelgan ya películas cortadas o falsas para molestar y desalentar a los inconformistas.

"Coge la cartelera, dime qué película quieres ver y te la consigo", dice Gonzalo de la Pedraja, ingeniero informático y cinéfilo. "Están todas en la Red, y si tienes ADSL las bajas en 24 horas. Y si quieres películas clásicas inencontrables en el videoclub, ahí están también. Esto es una maravilla".

"La piratería es el problema actual más grave del negocio", afirma Jim Gianopoulos, presidente de Fox Filmed Entertainment, responsable de X-men 2, una de las favoritas de los internautas. Tanto, que Jack Valenti, gran jefe de la MPAA, la patronal del cine estadounidense, ha hecho giras por los colegios para concienciar a los escolares de que no está bien tostar.

Imagen negativa

¿Pero quién puede sujetar la compulsión consumista de millones de jóvenes (y no tanto) que pueden oír y ver gratis cosas por las que antes pagaban? Según Charles Prevost, la imagen de las discográficas es tan negativa que los usuarios P2P rara vez se plantean si lo que hacen es legal o no. Más aún, muchos consideran que están contribuyendo a una especie de revolución contracultural: el 42% de los usuarios que comparten archivos de música en Estados Unidos afirma que prefiere copiar un disco que comprarlo.

Phil Leigh, un analista de Raymond James, cree que "las oportunidades que tienen las majors de revertir la tendencia de la distribución por Internet son las mismas que tiene un indio apache de ser Papa. Las discográficas han sido intelectualmente conscientes de eso durante dos años; ahora sienten en sus vísceras que deben adaptarse al cambio y que el futuro pasa por empaquetar y distribuir la música de otra forma".

Warner Bros, productora de <i>The Matrix reloaded</i> (en la imagen, Keanu Reeves), ha impuesto medidas de seguridad sin precedentes para protegerse de las copias.
Warner Bros, productora de The Matrix reloaded (en la imagen, Keanu Reeves), ha impuesto medidas de seguridad sin precedentes para protegerse de las copias.

Maneras de 'tostar'

Perseguir la copia privada en Internet es como poner puertas al campo. De momento, las descargas de películas duran mucho más que las de canciones, pero los técnicos y analistas auguran que en un periodo de entre cinco y diez años será tan fácil descargar una película como una canción.

O antes. Por eso, Warner, Disney y las demás intentan evitar a toda costa el paso previo, el robo de la información. Las formas en que las películas llegan a Internet son ya bien conocidas por las productoras:

1. Durante la producción, alguien se mete en el disco duro de la productora y copia el archivo.

2. En los pases de prensa o de prueba, semanas o meses antes del estreno, un pirata la filma en vídeo desde su asiento en la sala.

3. Durante el traslado de las cintas a las salas, alguien roba los rollos y los tuestan.

4. Una vez que se estrena, igual que la segunda modalidad.

5. Antes de que salga en vídeo, los piratas se hacen con un DVD, lo desencriptan y lo clonan en otro DVD o lo comprimen.

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