Beautiful Terry
Conocí a Terenci en una fiesta de cumpleaños televisada de Miguel Bosé. Creo que nunca estaré lo suficientemente agradecido a Miguel, porque se trataba de su 40º cumpleaños y la televisión española organizó un happy birthday con Obregón, Millán Salcedo, Ana Belén, Alaska y Mercedes Milà. Terenci estaba en la mesa de Ana Belén y era, claro, el centro de atención. Fue un diálogo brevísimo, le agradecí No digas que fue un sueño y sobre todo la existencia de esos dos jardineros gays que cuidaban de Octavia, la esposa del enemigo acérrimo de los protagonistas de su novela. Me miró de arriba abajo, con maneras de barrido cinematográfico, y me espetó: "Pues llevas tú los mismos ojos oscuros y hermosos de uno de ellos". Y así comenzó una amistad tan divertida como brillante.
Le adoraba. Siempre decía que yo le había envenenado con Gran Hermano y los culebrones suramericanos, de los cuales se volvió casi tan adicto como al tabaco. Era genial escucharle por teléfono analizando las peripecias de los primeros concursantes de Gran Hermano y, cuando descubríamos que uno se volvía malo, o se transformaba como personaje, creo que gritábamos más que cuando Butterfly aparece en la casa en lo alto de la colina donde su vida cambiará para siempre. Y con las telenovelas siempre se quejaba de que alargaban ridículamente la trama, y yo le decía: "Terry, si no, no serían telenovelas". "Pero, Boris", replicaba él, "es que María Clara no puede ser tan tonta para no darse cuenta de que está rodeada de víboras".
Si yo le acercaba a la mejor cultura massmediática de última hora, Terenci siempre tenía tiempo para descubrirme su universo privado de irreverencia, provocación y reflexión. A mis ojos, todo ello lo hacía el ser más moderno que jamás conoceré. Me encantaba cuando hablaba de esa novela que deseaba escribir sobre la inmigración, al mismo tiempo que veíamos fotos nuevas que le habían llegado de leyendas americanas injustamente desconocidas en España, como Liberace o Lucille Ball, y yo me dejaba absorber por la magia de su archivo, con esas fotos de Marlene Dietrich de visita en España atendida, nada más y nada menos, que por Marujita Díaz. La comparación de ambas damas, unidas por el azar español, era motivo de tantas risas...
La última vez que hablamos me dijo que estaba preparando la selección de unos títulos para un ciclo en la Filmoteca catalana de sus películas favoritas y que quería empezar con Aventurera, de Ninón Sevilla. ¡Siempre tan divino! Terry adoraba esta película, como también le gustaba La mujer arrodillada, con María Félix, que veíamos en su casa y sobre la que me decía: "Ésta es la película favorita de Pere Gimferrer". Eso era lo más maravilloso de Terenci, su capacidad para mezclar la alta cultura con la tradición popular.
Siempre le agradeceré que me permitiera conocer a mujeres tan distintas entre sí como Preysler, Espert, Torres, Nadal y Sardà. Creo que ningún ser humano ha estado expuesto a tanta información sobre el género femenino y su importancia en la gestación de lo contemporáneo. Fue un privilegio conocerle.
Boris Izaguirre es escritor y presentador de televisión.
Babelia
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.