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ANÁLISIS

Imperio contra globalización

Andrés Ortega

Imperio contra globalización? El pulso está planteado. O mejor dicho, EE UU, huyendo de un concepto multilateral de gobernanza global, puede estar convirtiéndose en un imperio para controlar los efectos nocivos contra su seguridad que se derivan de la globalización. Si la Administración de Clinton se identificaba con el globalismo, el intento de promover la globalización, la de Bush está en una política bien diferente de control de la globalización. Aún en plena digestión del 11-S, y mientras EE UU se prepara a una guerra contra Irak que tiene mucho que ver con esta política, los servicios llamados de inteligencia secundan esta línea, al alertar de los peligros que conlleva la globalización para la seguridad nacional de la mayor potencia militar de la Tierra.

Clinton favoreció procesos de paz (en Irlanda del Norte, Chipre o entre israelíes y palestinos) de una forma no imperial. Bush puede pretender, tras la guerra, la imposición de soluciones
Según Nairn, la crisis de Irak no debe ser vista como una guerra por el petróleo, sino como un intento de "militarizar el dominio económico que EE UU disfrutó en los años noventa"

El calificativo de "imperio" ya no asusta a los analistas estadounidenses. Lo usan sin complejos, aunque con la preocupación, expresada por Michael Ignatieff y otros, de que convertirse en imperio lleve a EE UU a dejar de ser república o democracia. De momento, la nueva legislación, como la Ley Patriótica (de la que se plantea ahora aprobar una segunda versión aún más dura), está transformando a EE UU por dentro hasta límites insospechados.

Antiamericanismo creciente

En una comparecencia a mediados de febrero en la correspondiente Comisión del Senado estadounidense, los jefes de tres servicios de inteligencia, George Tenet (de la CIA), el vicealmirante Lowell Jacoby (de la Agencia de Inteligencia de la Defensa -DIA-, del Pentágono) y Robert Mueller III (de la FBI), coincidieron -al menos en la parte de la sesión abierta- en su apreciación de los peligros de la globalización. Si ésta ha impulsado la economía, también se ha convertido en una grave amenaza para EE UU, al facilitar el crecimiento de las redes terroristas, la proliferación de los conocimientos tecnológicos para fabricar armas de destrucción masiva, la multiplicación de Estados fracasados que tienen que hacer frente a crecientes problemas de insurgencia y el aumento del anti-americanismo y de los rencores contra un EE UU dominante.

Tenet y Jacoby reconocieron aspectos positivos en la globalización, pero también es de sumo interés que los jefes de inteligencia apunten que el proceso ha dejado a mucha gente en peor situación que antes y "ha exacerbado tensiones locales y regionales". En Oriente Próximo, señala el director de la CIA, entre un 50% y un 80% de los desempleados son jóvenes menores de 25 años". Es decir, que aumentan las razones que alimentan los conflictos.

"Nuestro mayor reto puede ser el de alentar y consolidar los aspectos positivos de la globalización y a la vez gestionar y controlar los negativos", señaló Jacoby en su testimonio. La globalización, "pese a su plus positivo para la economía global", se ve así "con una fuerza sumamente destructora que los Gobiernos sólo pueden gestionar con dificultad".

Según Tenet, hemos entrado en "el nuevo mundo de la proliferación": "En su vanguardia se sitúan organizaciones no estatales que proporcionan material y tecnología" para las armas de destrucción masiva que antes sólo tenían países con peso propio.

"La globalización de tecnologías intensivas en I+D está permitiendo a países pequeños, grupos e individuos acceder a capacidades anteriormente limitadas a las grandes potencias", según Lowett, para el cual, además, la reducción en 50% de los gastos en defensa en el mundo en los últimos años no sólo lleva a "opciones asimétricas" (una de las cuales podría ser el terrorismo, frente a la superioridad militar), sino que esta reducción del mercado de armamentos lleva a una mayor competencia en venta de armas, en un entorno globalizado en el que las restricciones en transferencia de tecnología militar y embargos de armas resultan más difíciles. Cita en particular los sistemas para atacar a buques.

En vez de potenciar los regímenes internacionales existente, o promover unos nuevos, para evitar esta proliferación, Estados Unidos parece preferir las medidas directas. Así, la crisis de Irak tiene que ver con la política contra la globalización de la Administración de Bush. Tom Nairn, de la revista New Left, califica en un largo artículo publicado en OpenDemocracy, a "América" como "enemiga de la globalización". Es una visión desde la izquierda que en sus planteamientos esenciales viene a coincidir con la CIA, la DIA. El temor ya se está traduciendo en medidas, como las que ha tomado el Gobierno de EE UU al instaurar mayores controles a la inmigración legal (y, aparentemente con menos éxito, la ilegal), además de un creciente proteccionismo comercial. O esa defensa adelantada que supone la bautizada como Iniciativa de Defensa de los Contenedores, por la cual algunos puertos son especialmente vigilados para controlar los cargamentos que salen con destino a EE UU, unas medidas a las que, prácticamente sin debate, se han sumado España y otros países. O el intento de frenar en Internet el intercambio de información científica y técnica que pueda ser utilizada para fines militares o terroristas.

Según Nairn, la crisis de Irak no debe ser vista como una guerra por el petróleo, sino contra la la globalización, un intento de "militarizar el dominio económico que Estados Unidos disfrutó en los años noventa", y de controlar las fuerzas de la globalización, que, como se ha visto estos días con las manifestaciones contra la guerra, en parte se han socializado.

En su muy discutido y discutible libro Imperio, Michael Hardt y Toni Negri ven que la globalización ha dejado a Estados Unidos pequeño, en pérdida de control sobre el entorno, como uno más frente a ese nuevo monstruo global que lo llena todo. El posterior ataque del 11-S, manifestación del lado oscuro de la globalización, lo puso trágicamente de manifiesto. Y la respuesta a esa pérdida de control resulta imperial, aunque sea un imperio de nuevo cuño. Clinton favoreció procesos de paz (en Irlanda del Norte, Chipre o entre israelíes y palestinos) de una forma no imperial. Bush puede pretender, tras la guerra, la imposición de soluciones. Es muy diferente. A esta potencia que permite derrotar a los enemigos a relativamente bajo coste y sin grandes bajas por su parte, Jay Tolson la llama el "imperio de la bomba inteligente (smart-bomb imperium)".

Unos manifestantes protestan en Nueva York durante las sesiones del Foro Económico Mundial, en febrero de 2002.
Unos manifestantes protestan en Nueva York durante las sesiones del Foro Económico Mundial, en febrero de 2002.ASSOCIATED PRESS

Nuevas formas de insurgencia

PARA EL DIRECTOR de la DIA, Lowell Jacoby, Al Qaeda está presente en "seis continentes". Es de suponer que considera a América Latina como continente separado. En las nuevas formas de insurgencia estudiadas por el profesor y ex militar británico, John Mackinlay en Globalización e insurgencia (Globalisation and insurgency, II SS, Londres). La globalización ha cambiado los términos de las insurgencias, con nuevas formas de violencia, y nuevas posibilidades con la globalización de los transportes por aire, por mar o con la desregulación de los flujos financieros. Para Mackinlay, los objetivos de los movimientos de liberación, separatistas, de reforma y o los señores de la guerra explican las aspiraciones de los insurgentes, no sus manifestaciones, que en algunos casos, como los de Hamás o Hezbolá, operan también en sus labores sociales -porque no las hace el Estado- con organizaciones no gubernamentales que ellos mismos impulsan. Mackinlay rechaza aplicar el término terrorismo de forma generalizada, pues lo considera "meramente el arma o el instrumento del insurgente; es una táctica, y como concepto abstracto no puede ser el objetivo de una contraestrategia". La globalización ha ampliado el abanico de posibilidades y definiciones de los insurgentes, que Mackinlay reduce a cuatro: Lumpen (con una organización débil), clan (con más organización), fuerzas insurgentes populares (más ideologizadas, que buscan derrocar un régimen en particular) y fuerzas insurgentes globales, que no van contra un régimen específico y que intentan sobrevivir en entornos internacionales diversos, como Al Qaeda, una red multicultural.

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