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Reportaje:

Si duele, está en los genes

Un neurobiólogo español halla grandes diferencias hereditarias en la percepción del dolor

Javier Sampedro

Si "Dios hace sufrir a quienes ama", como dice el Talmud, parece ser que ama a unos más que a otros, porque el equipo del biólogo bilbaíno Jon-Kar Zubieta, de la Universidad de Michigan (Estados Unidos), acaba de demostrar que las personas difieren mucho en el grado de sufrimiento que les inflige un mismo estímulo doloroso, y que esas diferencias están determinadas genéticamente. Una ínfima variación en un gen llamado COMT, implicado en la función cerebral, causa que unas personas sufran mucho más que otras ante el mismo daño físico. El mundo no parece dividirse en duros y quejicas, sino en indolentes y sufridores.

El experimento, que se presenta hoy en Science, se basa en el análisis de 29 voluntarios (15 hombres y 14 mujeres) de entre 20 y 30 años de edad. Los investigadores les inyectaron una dosis de agua salada en los músculos de la mandíbula, que es una forma bien conocida de provocar un dolor persistente y francamente molesto. Y después, además de analizar sus patrones de activación cerebral y su composición genética, les pidieron que describieran su experiencia, por así llamarla. Los resultados fueron los siguientes.

El grado de sufrimiento se hereda según una simple pauta mendeliana

El gen COMT (siglas de catecol-O-metil transferasa) existe en dos variantes en la población humana. "El 50% de las personas", explica Zubieta, "lleva una variante distinta en cada cromosoma [una heredada de su padre y otra de su madre], un 25% lleva dos copias de la variante 1, y el 25% restante lleva dos copias de la variante 2". Pues bien, los doble 1 sufren mucho más con la inyección de sal que los doble 2, y esto se puede comprobar tanto en sus descripciones verbales como en sus patrones de activación cerebral. Los individuos que llevan una copia de cada tipo muestran un grado de respuesta intermedio. Ni Mendel hubiera soñado con un esquema tan nítido.

Zubieta y su equipo han podido determinar el fundamento neurológico de estas diferencias. El gen COMT fabrica una proteína del mismo nombre que se ocupa de inactivar a ciertos mensajeros químicos (dopamina y noradrenalina) que transmiten el impulso nervioso entre una neurona y la siguiente. La variante 1 fabrica una proteína menos activa que la variante 2, y por tanto amplifica el efecto de la dopamina y la noradrenalina. Esto provoca a su vez que los circuitos cerebrales de las endorfinas (los equivalentes naturales de la morfina) funcionen poco, por lo que el dolor es más intenso.

Las variantes del gen COMT no sólo afectan a la percepción del dolor, sino también a la de otras fuentes de estrés y de ansiedad. De modo que el truco para llevar una vida tranquila y poco dolorosa es bien simple: basta con heredar dos copias de la variante 2. La próxima vez, elija mejor a sus padres.

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