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AMENAZA DE GUERRA | La posición de Europa
Columna
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¿Y si 'sale bien'?

Andrés Ortega

Aquí el que manda es EE UU; más vale estar con él. Además, su economía es más dinámica. El modelo americano atrae y Europa debería ir por esa vía. Desde el 11-S, España saca réditos de la nueva relación con la Administración de Bush en la lucha contra ETA o en las relaciones con Marruecos (para lo de Gibraltar no importa ya; el intento ha fracasado), e incluso en la perspectiva empresarial. Hay, además, una visión fundamentalista cristiana compartida con Bush. Y esta Europa que se amplía ya no es la misma: el eje franco-alemán deja de ser central; la política exterior común no arranca; y con la entrada de países más pobres, España ya no va a poder aspirar a recibir de Bruselas las aportaciones financieras de estos años. Llevarse bien con Alemania cuenta menos. El cambio de rumbo de la política exterior española con Aznar ha sido notable, aunque no se ha explicado. Ahora el Gobierno apoya conceptos como la guerra preventiva y los "Estados canallas" que nunca antes había asumido España. De momento, nos hemos quedado sin lograr un juez español en la nueva Corte Penal Internacional.

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Ante la guerra, un escenario rosa: EE UU intenta convencer de que va a ser corta, o no ser si se logra forzar la salida de Sadam Husein. En el horizonte de la posguerra, Bush se ha comprometido a convocar al cuarteto (EE UU, la UE, Rusia y la ONU) para poner en marcha el plan de la "hoja de ruta" que lleva a un Estado palestino (sin Arafat) en 2005, lo que se podría consagrar en el otoño en una nueva Conferencia de Madrid (Madrid II, una obsesión del Gobierno de Aznar de los últimos años, que quiere tapar todo lo anterior a él). Y la tan cacareada invitación a entrar en el G-8, y un mayor peso para la España que apostó por el vencedor.

Salir bien es una manera de hablar desde su punto de vista. Pues si tras los informe de Blix y El Baradei, el debate en el Consejo de Seguridad y la manifestación global del sábado se va a una guerra, más que preventiva, arbitraria, ya habrá salido mal. Junto al sufrimiento que puede causar, hay muchas derivadas peligrosas (véase: C. A. Zaldívar, Invasión de Irak: escenarios negros, Real Instituto Elcano), no sólo para el conflicto, sino para la posguerra. En el camino, EE UU y Cia. pueden haber vaciado la credibilidad del Consejo de Seguridad, roto la OTAN, y dividido a la UE. La Administración de Bush es la responsable de haber derrochado el capital de simpatía europea hacia EE UU que despertaron los atentados del 11-S, y en ocasiones se ve a EE UU más peligroso para la paz mundial que Irak o Corea del Norte (http://www.time.com/time/europe/gdml/peace2003.html).

Esa Europa de los ocho, la de la carta promovida por Aznar, quizás no se percate de que al sabotear la UE, está socavando también la OTAN, pues la crisis de las relaciones transatlánticas está dividiendo a Europa, tanto como la división de Europa alimenta esa separación con EE UU a quien De Gaulle llamó el "federador externo" de los europeos. Esa Europa americana, por sí sola poco podrá hacer. Hay, además, una tercera Europa, la de los neutrales, que, por otros motivos, no quieren una Europa potencia. Por el contrario, el núcleo europeísta, que representan Alemania, Francia, Bélgica y algún otro, sí puede avanzar en su integración sin los demás, e intentar preservar un margen de autonomía europea. España debería volver a él.

Será difícil que el Consejo Europeo recomponga hoy los platos rotos, y si lo hace será en torno a la propuesta de Francia en el Consejo de Seguridad. En plena crisis, de modo casi imperceptible, la UE ha seguido poniendo ladrillos. Desde principios de febrero, ha entrado en vigor el Tratado de Niza (que está por encima de la Constitución Española); se ha cerrado el texto del Tratado de Adhesión que firmarán los Quince y los diez nuevos el 16 de abril en Atenas; y el Presidium de la Convención ha producido los 16 primeros artículos de la posible futura Constitución. Como si nada.

aortega@elpais.es

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