Ironía, generosidad y modestia

Es un día de luto para las letras, y no sólo para las letras en español, sino para las letras contemporáneas. Monterroso era un magnífico escritor, de formato breve por elección propia, capaz de llenar sus textos de ideas: sus relatos eran joyas de síntesis, elegancia y sabia construcción. El mundo de esos relatos es rico y diverso, impregnado de ironía y de un escepticismo discreto sobre las empresas humanas en general. Pero ese mundo está lleno, a la vez, de generosidad y de amor hacia los humildes, los débiles, los desvalidos y los marginados. Y eso le confería una manifiesta grandeza moral.

Su sensibilidad para la injusticia humana le venía tal vez de que la sufrió en carne propia, ya que la violencia política de su país le obligó a pasar la vida en el exilio. Pero eso no lo convirtió en un amargado, sino al contrario: era un gran amante de la vida, un amigo conmovedor, un hombre de extraordinaria modestia. Y eso es lo que yo subrayaría especialmente. Que en este oficio de hombres vanidosos, Monterroso era la excepción a la regla, un tipo que hacía lo posible no sólo por pasar inadvertido, sino por ser invisible.