44 millones de hambrientos esperan a Lula
La lucha contra la pobreza en un país de recursos es el gran reto del nuevo Gobierno brasileño
La renovación de la flota de la Fuerza Aérea brasileña tendrá que esperar. El primer Consejo de Ministros presidido por Luiz Inácio Lula da Silva ha suspendido por un año la licitación para la compra de 12 aviones de combate y dedicará a cuestiones prioritarias, especialmente a erradicar el hambre, los 700 millones de dólares para adquirir los cazabombarderos. El presidente brasileño ha puesto manos a la obra para lograr el objetivo número uno anunciado en su investidura: en los próximos meses todos los esfuerzos se concentrarán en combatir la pobreza y dar de comer a la población. De entrada, ha pedido a todo el Gabinete austeridad e imaginación a la hora de captar recursos para inversiones sociales.
La erradicación del hambre centra los esfuerzos de todos los miembros del Gabinete
Lula ha exigido a sus ministros que trabajen para pasar de las palabras a los hechos
"Brasil conoció la riqueza de los ingenios y de las plantaciones de caña de azúcar en los primeros tiempos coloniales, pero no venció el hambre; proclamó la independencia nacional y abolió la esclavitud, pero no derrotó el hambre; conoció la riqueza de los yacimientos de oro, en Minas Gerais, y de la producción de café, en el Valle de Paraiba, pero no venció el hambre; se industrializó y forjó un notable y diversificado parque productivo, pero no venció el hambre. Eso no puede continuar así", dijo Lula en su primer discurso.
El nuevo mandatario tendrá que hacer un verdadero encaje de bolillos para articular una política social ambiciosa con el presupuesto más rígido de los últimos tiempos, debido a los compromisos adquiridos por el anterior Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
En la primera reunión de Gabinete ha exigido a sus ministros y secretarios de Estado que trabajen para pasar de las palabras a los hechos. Fue el ministro extraordinario de Seguridad Alimentaria y de Combate al Hambre, José Graziano, el encargado de exponer a sus compañeros de Gobierno el proyecto Hambre Cero, elaborado por el Partido de los Trabajadores (PT) en 2001 y uno de los ejes del programa electoral durante la campaña presidencial. El plan describe la pobreza y el desempleo como las causas principales del hambre, y parte de dos datos: en Brasil hay 44 millones de personas o 9,3 millones de familias vulnerables al hambre (ganan menos de un euro diario), y el país produce alimentos suficientes para toda la población. Es decir, no falta comida. "La mayoría absoluta de los que pasan hambre no tienen dinero o ingresos para alimentarse dignamente".El documento revela que, si bien es cierto que la población rural de los Estados del noreste es la que menos recursos tiene de todo el país, ha sido en las áreas metropolitanas donde la pobreza ha crecido más en los últimos seis años. Sólo en la región metropolitana de São Paulo la proporción de pobres se incrementó del 26,9% en 1995 al 39% en 1999, lo que representa un aumento del 45% en cuatro años. A partir de estas consideraciones previas, el proyecto propone una serie de políticas públicas para combatir el hambre en tres frentes:
- Políticas estructurales, que incluyen aumento del salario mínimo hasta un techo de 100 euros, crédito popular por organismos oficiales que incentive cooperativas de crédito solidario, reforma agraria, universalización de la Seguridad Social, programas de bolsa-escuela e incentivos a la agricultura familiar.
- Políticas específicas, como la distribución de cupones para adquirir alimentos, al ejemplo de los programas de EE UU y México, cestas básicas para emergencia, campañas de educación alimentaria y ampliación del programa de alimentación al trabajador, que sirva para apoyar la creación de microempresas con beneficios fiscales.
- Políticas locales, que deberán aplicar los ayuntamientos y la sociedad civil, como bancos de alimentos, incentivos a la agricultura urbana, autoconsumo y restaurantes populares.
El proyecto apunta la necesidad de un presupuesto federal propio. Los gastos para políticas sociales representan hoy 45.000 millones de reales (12.800 millones de euros) al año, y la previsión del coste del sistema de cupones es de unos 10.000 millones de reales anuales (2.800 millones de euros). Pese a que el proyecto despertó el interés internacional, la realidad es que hasta la fecha sólo la Unesco ofreció ayuda económica (100.000 dólares, una cantidad similar en euros) para ponerlo en marcha. Representantes del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), Banco Mundial y FAO participaron hace un mes en una reunión sobre Hambre Cero. Ninguna de estas organizaciones ha ido más allá de las palabras de apoyo.
Tal es la importancia que el presidente otorga a la erradicación del hambre que dos ministerios estarán dedicados plenamente a este objetivo: Seguridad Alimentaria (José Graziano) y Asistencia Social (Benedita da Silva, ex gobernadora de Río de Janeiro). Otras carteras ministeriales participarán en distinto grado en la cruzada del Gobierno contra la pobreza. Es el caso del Ministerio de Desarrollo, Industria y Comercio Exterior (Luis Fernando Furlan), Desarrollo Agrario (Miguel Rossetto), o de la Secretaría de Desarrollo Económico y Social (Tarso Jenro). Esta última, a cargo del ex alcalde de Porto Alegre, tendrá una gran importancia en la incorporación de amplios sectores en una lucha de largo recorrido contra el hambre. La idea es que federaciones empresariales, comerciales y asociaciones se incorporen a los consejos juntos a organizaciones no gubernamentales y sectores de la Iglesia.
Casi la totalidad de los ministros del nuevo Gobierno se han referido a la erradicación del hambre en sus discursos de investidura. Roberto Rodrigues, ministro de Agricultura, anticipó que la aplicación del programa Hambre Cero servirá para impulsar el sector agropecuario.
"Vamos a producir más alimentos y eso demandará más tecnología, abonos, máquinas, semillas y camiones". El Gobierno quiere aprovechar el aumento de la actividad productiva en el campo para generar más excedentes, mejorar la balanza comercial y apoyar a las cooperativas rurales.
Pero no sólo los ministros del área social han hablado largo y tendido del hambre y la pobreza. El jefe del equipo económico y ministro de Hacienda, Antonio Palocci, a quien le corresponde controlar el gasto público, también pronunció un discurso con un marcado contenido social. "La pobreza en Brasil tiene corazón y edad. Niños y negros, la mayoría de ciudadanos de un país sin derechos fundamentales que se considera moderno pero que todavía no se ha encontrado con la modernidad", dijo. Recordó que Brasil es uno de los países más desiguales del mundo y aportó datos elocuentes: reducir la extrema pobreza en un 5% requeriría un crecimiento de la renta per cápita del 3% durante 25 años.
La ministra de Medio Ambiente, Marina Silva, se ha mostrado convencida de que las políticas ambientales contribuirán a combatir el hambre, y hasta el titular de Defensa, José Viegas Filho, ha asegurado que las Fuerzas Armadas tienen que involucrarse en el programa Hambre Cero.
El lanzamiento del programa para alimentar a la población tendrá lugar el 10 de enero en la localidad de Guaribas, en el Estado de Piauí. Allí arrancará el viaje de tres días que el presidente Lula y varios ministros realizarán a algunas de las regiones más pobres del noreste. En Guaribas apenas el 1% de la población tiene agua potable, no hay ni un ambulatorio y el 75% de los habitantes de más de 15 años son analfabetos. Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, tiene la renta per cápita más baja de Brasil, 90 reales (25 euros). Como contraste, el municipio más rico, Santana do Parnaíba (São Paulo), tiene una renta de 2.127 reales (600 dólares).
Con este viaje, Lula da Silva quiere repetir la experiencia de la Caravana de la Ciudadanía que realizó durante la campaña electoral de 1994, con la que recorrió todos los Estados del país. El presidente suele decir que las caravanas fueron fundamentales para su aprendizaje de cómo es Brasil.
El mapa del subdesarrollo
La Fundación Getulio Vargas dio a conocer en julio de 2001 el Mapa del Fin del Hambre, resultado de una exhaustiva investigación llevada a cabo en todo el país entre 1996 y 1999. La primera conclusión es que en Brasil hay 50 millones de personas que viven por debajo de la línea de pobreza (ingresos mensuales de menos de 80 reales), lo que supone el 29,3% de la población. El estudio apunta que para erradicar este cuadro de miseria haría falta gastar 1.690 millones de reales al mes (482 millones de dólares), el 2% del PIB, que significaría una contribución mensual de cada brasileño de 10,4 reales. El mayor índice de miseria está en el noreste. Todos los Estados de esta región, excepto Rio Grande do Norte, tienen más del 50% de su población por debajo de la línea de pobreza. Maranhao es el Estado que presenta el peor escenario, con más del 63% de pobres.
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