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CAMBIO EN BRASIL

El nuevo presidente debe superar un entorno económico hostil para desarrollar sus reformas

El crecimiento de Brasil se ralentiza, la inflación se dispara, y el paro es el mayor en 20 años

Juan Arias

El nuevo curso brasileño, bautizado como "la era de la esperanza", que todos los analistas políticos comparan con lo ocurrido en España en 1982, cuando el cambio ilusionado de los socialistas, produce sueños y euforia en los ciudadanos, mientras que en el nuevo Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva la palabra de orden es "realismo". Y eso porque el nuevo presidente sabe muy bien lo que se va a encontrar cuando levante los tapetes del palacio. Por lo pronto, ha heredado un país endeudado hasta las cejas: la deuda pública, de 253.942 millones de euros, y la interna, cinco veces mayor.

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La deuda supone un 58% del producto interior bruto (PIB). Para 2004 estaba previsto un crecimiento de la economía del 4% y se ha quedado en un 1,5%. La inflación, que ha sido siempre el demonio de este país hasta que el ex presidente Fernando Henrique Cardoso, con el Plan Real, consiguió bajarla a un dígito -lo que le valió la reelección en 1998-, se está disparando y alcanza ya la cifra fatal de dos números. La inflación real, según el índice general de precios, ha alcanzado el 20%, y los tipos de interés están en un 23%.

Hace ocho años, la reserva interior del país cubría el pago de la deuda de 2,2 años. Hoy, apenas si cubre ocho meses. El paro, con un 9%, es el mayor de los últimos 20 años. En el Estado de São Paulo, que abarca el 45% de la mano de obra del país, el desempleo está llegando al 10%.

Brasil, que era la novena potencia industrial del mundo, ha bajado al undécimo lugar. Y si es verdad que Brasil es el mayor receptor de inversiones del mundo despues de China, recogiendo el 32% de América Latina, y que el total de las inversiones exteriores pasó de 2.241 millones de dólares (una cantidad similar en euros) en 1994 a los 33.331 actuales, también es cierto que la subida del dólar, que ha rozado los cuatro reales, el aumento de la inflación y la gigantesca deuda del país han creado la preocupación de que pueda acabar cerrándose el grifo.

Por lo que se refiere a España, las grandes empresas, que han invertido aquí 25.000 millones dólares, como los bancos SCH y BBVA, Telefónica, Repsol, Endesa e Iberdrola, todas han anunciado que seguirán invirtiendo. Emilio Botín, presidente del SCH (cuarta entidad bancaria de Brasil), declaró recientemente a este diario: "No hemos venido de turistas y nos quedaremos pase lo que pase". Botín ha ratificado personalmente a Lula, tras su victoria, que seguirán aquí "porque éste es un gran país y lo seguirá siendo", alabando su solidez democrática.

Salir del subdesarrollo

Pero el gran problema con el que Lula se va a enfrentar para llevar a cabo su programa de revolución social, poniendo su mirada en lo que falta a este país para salir del subdesarrollo y para colocar en el mercado a esos 50 millones de ciudadanos que viven en la pobreza, va a ser cómo conciliar la estabilidad con el cambio prometido. Cómo conciliar los sueños que ha despertado no sólo en las capas más desheredadas de la población, sino también en una parte muy importante del mundo empresarial, con las medidas restrictivas que sin duda tendrá que tomar. Ya comenzó pidiendo, en el primer Consejo de Ministros, una reducción del 10% del presupuesto de todos los ministerios. Y ya ha hecho torcer la nariz al Ejército al congelar durante un año la compra de cazas para las Fuerzas Aéreas, alegando que en este momento es más importante dar de comer a los que pasan hambre.

Lula va a saber que la mayor parte del presupuesto de la nación y de los 26 Estados del país se perdía por el camino en corrupciones y privilegios para los menos necesitados. Un botón de muestra: la mayoría del presupuesto destinado a los pobres se había gastado en ayuda a la clase rica alta. ¿Y cuánto de lo destinado a los problemas sociales urgentes han llegado a su destino?

Lula tendrá que enfrentarse con tres reformas de peso que su antecesor quiso y no pudo realizar por la oposición del Parlamento, incluyendo su propio partido: la reforma fiscal, la reforma de la seguridad social y la reforma de la política.

Los retos son muchos. La herencia que recibe es pesada. El ex metalúrgico se declara, sin embargo, optimista. Si consigue sus propósitos se convertirá, sin duda, en el nuevo líder del continente latinoamericano.

Lula conversa con su jefe de gabinete, José Dirceu (segundo por la izquierda), durante una reunión del Gobierno.
Lula conversa con su jefe de gabinete, José Dirceu (segundo por la izquierda), durante una reunión del Gobierno.AP

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