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Columna
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La magia creativa

La fotografía de Herb Ritts participa de esa suerte de tendencia en la que en las décadas de los 80-90 del pasado siglo cabalgó entre los creadores de las promociones publicitarias. Su característica era la magia creativa, un enorme atractivo visual y una infinidad de promociones discográficas, anuncios de culto impresos en las mejores revistas y carátulas de películas. Ritts fue un mago que convirtió el medio en una poderosa imagen corporativa.

Algunas de sus instantáneas nos recrean aquellos cuadros expuestos en las fachadas de los cines explicándonos de qué iba la película. Fotógrafo asociado al cuerpo a cuerpo con los sujetos que retrata, fue un autor dado a evidenciar la introspección de quienes posaron para él.

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Ritts gustaba de rascar en la piel de sus modelos, fuera quien fuera; al igual que los retratistas decimonónicos, su obsesión era la descripción del rostro, relegando a un segundo plano la atmósfera del contexto. De ello dejó constancia en sus más celebres exposiciones: las realizadas en la galería Staley-Wise, de Nueva York, o la Fahey/Klein Gallery, de Los Ángeles, en las que visualmente describía con gran limpieza técnica tanto las personalidades -la singularidad del elemento humano- como la de los territorios y sus perspectivas geográficas.

De ello dan fe sus fotografías en publicaciones como Rolling Stone, Vogue, Harper's Bazaar o Vanity Fair, en las que utilizó recursos similares a los que recurrieron, en la estética de los años cincuenta, artistas de la fotografía como Avedon, Irving Penn, Silverstone y otros como Warhol o Yevonde.

Cuerpos de diseño

En general, su producción puede clasificarse en dos apartados, si bien muy genéricamente considerados. Los realizados en un garaje alquilado, en los que predominaba la estética propia de la foto almibarada, de los fetiches cinematográficos de los años cuarenta y cincuenta repletas de captaciones densas y de poses muy teatrales -aquí retrató cuerpos que parecían de diseño, ingrávidos, sólidos y suspendidos en el espacio- y, otro, un amplio capítulo en el que, en primera persona, fijaba a sus amigos relacionados con el espectáculo.

El fotógrafo siempre tuvo presente en la construcción de sus secuencias el ritmo del videoclip musical, el de los vídeos -no debemos olvidar sus colaboraciones en este campo con Janet Jackson y Madonna, así como su participación en numerosos pop thrills (audiovisuales breves)-. Como certeramente escribió de él David Schonauer, "pese a haber sido un fotógrafo de las estrellas, de grandes personajes, su verdadera vocación fue el retratar la vida y la muerte". A ello habría que añadir su faceta más desconocida, su gran habilidad por fijar en el papel los espacios vacíos, los cielos y las inmensas raíces de esos árboles que literariamente parecían salidos de un relato de Isak Dinesen.

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